jueves, 14 de julio de 2016

Ouija (1 de 2)

El tema de conversación era nuevamente sobre los espíritus, demonios y demás temas paranormales. Cada cual contaba una anécdota que aseguraba ser real y siempre iniciado con "el amigo de un amigo..."
Ramón era en ese momento el único chico del grupo ya que los demás no habían venido y parecía que no lo iban a hacer. Así que él, como siempre solía hacer, aprovechó para hacerse el "gallito" delante de las chicas. Cuando terminó la tercera historia, Sonia se estremeció sintiendo un escalofrío y comentó que no le agradaba esa conversación porque le daba mucho miedo.
Ramón se envalentonó más aún y se mofó de ella presumiendo de ser completamente escéptico. Que eran sugestiones y que todo estaba en la mente.

Cayeron un par de gruesas gotas de lluvia. Y se pusieron en camino, habían quedado para ir a casa de Elena para hacer una sesión de ouija, pero los demás no habían llegado aún y no se vaticinaba una buena tarde para esperarles. Las tormentas de verano suelen ser muy fuertes.
- Se habrán "rajado" - se burló Ramón - Y luego presumen de ser machos alfa.
- A mí tampoco me hace gracia - musitó Sonia - Sólo acepto porque tú vienes.
Ramón sonrió ampliamente y aprovechó la zozobra de Sonia para darle un abrazo de ánimo con aire protector.
Aunque su mirada reflejaba otro tipo de brillo. Elena vivía en una casa de tres plantas donde en verano vivía su madre y ella solas, en invierno la casa se llenaba de estudiantes que alquilaban las habitaciones. Además de usar su casa como pensión, la madre de Elena trabajaba de enfermera y las noches en las que tenía guardia, daba permiso a su hija para que toda la pandilla se quedase a dormir y así se quedaba con la tranquilidad que su hija no se quedaba sola.
Por eso Ramón estaba tan animado y envalentonado. Porque además de ser el único chico que estuviese con ellas, todo parecía apuntar que al fin tenía una oportunidad de enrollarse con Sonia. Era la única que aún no había besado y por lo que decían, tenía algo que enganchaba.

Ese grupo de amigos era algo inusual, al menos a los ojos de todo el instituto. No era un secreto que estaban todos revueltos pero no juntos, es decir que se "enrollaban" los unos con los otros sin sentirse comprometidos ni atados a nadie.
La filosofía que tenían era simplemente de disfrutar de su juventud sin ataduras, compromisos ni relaciones estables, simplemente, vivir el momento. Y era algo que todos llevaban muy bien ya que al no haber apego, no hubo nunca rencillas ni celos por parte de nadie. Y si lo había, pues tampoco decían nada porque las cosas estaban más que claras entre ellos.

Sonia se dejó agasajar por Ramón y éste estaba cada vez más seguro de su victoria. Ella siempre había rechazado sus proposiciones y él estaba convencido que era porque Sonia sentía algo más por él y no quería que sus sentimientos estropeasen la amistad. Incluso había declarado su afirmación con Álvaro, el mejor amigo de Sonia y quien mejor la conocía. Y éste, en lugar de negarlo rotundamente, cambiaba de tema drásticamente con cierto ápice de celos lo cual, llevaba a Ramón creer en la certeza de sus suposiciones.

Prepararon el comedor para crear mejor ambiente, repartieron velas por toda la estancia y se sentaron al rededor de la mesa redonda con una tabla casera de ouija hecha con un trozo de cartón con el alfabeto escrito a mano y las palabras "SI", "NO", "ADIÓS". Cogieron un vaso pequeño Ramón junto a las cuatro chicas del grupo, se dispusieron a iniciar la sesión. 
- ¿Quién invoca? - preguntó Elena.
- Yo no - Sonia se apresuró a responder con rotundidad - A mi me han contado que si esto sale mal, el espíritu atormenta a quien le haya invocado.
- Pues yo tampoco - añadió Raquel
- Y yo menos - sentenció Miriam.

Las cuatro chicas miraron a Ramón esperando una respuesta. Él se sintió más crecido, no sólo iba a pasar la noche bajo el mismo techo que ellas. Además, no estaban los chicos que siempre tenían la manía de tomarle el pelo y ridiculizarle cada vez que quería lisonjear a las chicas.
Él era consciente de que físicamente se podía considerar "del montón" pero estaba convencido de que tenía una atracción encantadora que le hacía irresistible. Y las chicas, sobre todo Sonia, se burlaban de él como un mecanismo de defensa.
- Yo invocaré - anunció Ramón - Tranquilas chicas, no dejaré que os ocurra nada.

Todos apoyaron el dedo índice sobre el vaso de cristal. Seguramente sería por sugestión, pero pareció que la temperatura de la habitación había descendido un par de grados. Ralentizaron la respiración y Ramón carraspeó un par de veces para poder aclararse la voz.
- Espíritu. Yo te invoco e invito a acudir ante nuestra presencia. Ven... ¿Estás aquí?
Todos esperaron expectantes con la mirada fija en el tablero casi conteniendo el aliento. Pero tras unos segundos de espera, no ocurrió nada.
- Espíritu. Yo te invoco e invito a acudir ante nuestra presencia. Ven... ¿Estás aquí.
Ramón repitió la frase para iniciar el juego pero con una entonación más solemne, pero para el fastidio del grupo el resultado fue el mismo.
- Esto no funciona, es una tontería - dijo Elena con intención de levantarse.
- ¡No quites el dedo! - exclamó Sonia - Si abres el circulo, el espíritu quedaría liberado.
- Joer, qué susto me has dado tía - rió Elena - Te estás rayando tela, será mejor que...

Elena enmudeció al instante al ver cómo el vaso se deslizaba lentamente hacia la palabra "SI", inmediatamente, volvió a poner el dedo sobre el vaso y miró con aire acusador a sus amigos.
- Lo estáis moviendo.
- No, no - contestaron todos casi al unisono.
- ¿Está funcionando?
- Eso parece
- Pero Elena ha roto el círculo. El espíritu ha entrado con una puerta abierta a nuestra dimensión.
- No, no. Yo he puesto el dedo en cuanto he visto que se movía. Eso cuenta ¿no?

Las chicas miraron a Ramón esperando una respuesta. Él sonrió de modo condescendiente y negó con la cabeza con aire conciliador.
- No os preocupéis. No pasará nada. - Miró al tablero y prosiguió con el juego - ¿Cómo te llamas?
- T-U L-O S-A-B-E-S
- ¿A quién se lo dices?
El vaso se deslizó lentamente y se quedó parado justo delante de Ramón, seguidamente, retrocedió al centro del tablero y volvió a apuntarle dos veces más.
- Yo no sé tu nombre.
-SI
- Esto me está dando algo de grima. - murmuró Sonia - ¿Y si preguntamos otra cosa?
- ¿Cómo has muerto? - preguntó Elena.
- NO M-U-E-R-T-O
- Esto sólo significa algo - susurró Miriam con cierto aire de preocupación - Que es un demonio.
- No digas eso ni en broma - musitó Ramón con un hilo de voz, toda su fortaleza comenzó a flaquear -Venga chicas, si esto es una broma no tiene gracia.
- Si es cierto que hay alguien aquí, que de una señal - ordenó Raquel.

Todos guardaron silencio esperando expectantes. Entonces, la mesa dio un salto que hizo que todos exclamasen sorprendidos y algo asustados. Se miraron los unos a los otros con aire acusador, pero ninguno reconoció la autoría de esa acción.
- Me estoy asustando - dijo Miriam.
- ¿En serio que no sois vosotras? - insistió Ramón con un ápice de temblor en su voz.
- Si es cierto que hay alguien aquí, que de una señal fuera de esta habitación - ordenó Elena a modo de respuesta.
Volvieron a guardar silencio manteniendo todo el cuerpo en tensión. Entonces, se escuchó desde la cocina un ruido estrepitoso, como el de un vaso romperse tras impactar contra el suelo. Todos gritaron, incluso Ramón que se olvidó de aparentar delante de las chicas.
- Tenemos que hacer que se marche - dijo Elena con un hilo de voz.
Ramón recitó la frase para terminar la sesión, pero el vaso en vez de deslizarse hacia la palabra "ADIÓS" lo hizo hacia el NO. Él volvió a recitar la orden, pero el vaso volvió a indicar una negativa. Por tercera vez y en esa ocasión con tono autoritario y casi gritando, Ramón volvió a repetir la frase. El vaso comenzó a puntear "NO" repetidas veces y a cada negativa el vaso iba cada vez más y más rápido. Ramón estaba pálido, a Elena se le saltaron las lágrimas, Raquel y Miriam alternaron casi al borde de la histeria la orden para que esa presencia abandonase el juego. Entonces, Mirian gritó con desesperación.
- ¡Para, para para! - retiró el dedo del vaso.
- Sonia, no abras el círculo.
- ¡Quiero que pare de una vez! - chilló ella a la vez que agarró el tablero.
- ¡¡¡Sonia nooooooooooooo!!! - gritaron todos a la vez.
Pero ella los ignoró y a pesar que Ramón se abalanzó sobre ella para recuperar el tablero, no llegó a tiempo para detenerla. Y ella partió el tablero de cartón en dos ante la mirada de sorpresa, miedo e incredulidad de sus amigos...
(Continuará)


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