sábado, 1 de octubre de 2011

El encuentro (Anverso)

El lápiz se deslizó por mis labios provocándome cosquillas. Me miré con determinación, quería estar perfecta. Decidí bajar el tono de la sombra de ojos. Mientras me cepillaba el pelo con mucho cuidado de dejar perfecto el peinado que más me favorecía. Repasaba en voz alta las frases que te diría, corrigiéndolas una y otra vez. Mientras mi imaginación creaba nuevas y distintas situaciones. Había llegado el día, al fin podremos vernos cara a cara, podré verte, oírte, hablarte... sin los obstáculos de la distancia. Miré de reojo la hora, aún quedaba tiempo, demasiado. ¿Por qué parece que hoy discurre tan lentamente?.
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Suspiré resignada y salí del baño hacia mi dormitorio. Miré la ropa elegida extendida sobre la cama. Una mueca de desaprobación se dibujó en mi rostro. Ayer me pareció apropiada, sin embargo, ahora me parece insulsa. Ataqué mi ropero con furia, las prendas volaban sobre mi cabeza hasta hallar lo que buscaba. Un vestido sencillo, pero que marcaba mi silueta y además tenía un escote discreto pero insinuante. Sonreí satisfecha al mirarme en el espejo de cuerpo entero, me sentía guapa... atractiva.
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Mi amiga ya me esperaba, aunque me costó trabajo convencerla, finalmente decidió acompañarme. Soy tremendamente tímida y necesitaría ayuda para romper el hielo. A ti tampoco te importó cuando te lo propuse, seguramente eras tan tímido como yo, por eso accediste sin poner mucha resistencia.
Mi amiga y yo caminamos hacia el lugar de encuentro, yo hablaba atropelladamente, era evidente mi nerviosismo y mi amiga se burlaba de mí para animarme, gracias a las risas, me fui relajando poco a poco, aunque mi corazón había cogido un ritmo galopante que parecía no tener intención de aminorar.
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Llegamos a la plaza, miré asustada por las mesas de la terraza de la cafetería citada. De repente, me invadió el temor de no reconocerte, pero cuando nuestras miradas se cruzaron, sonreí tras un profundo suspiro de alivio. Me acerqué caminando con coquetería mientras luchaba por retener el temblor de mis piernas. Tras las presentaciones, me saludaste con dos besos en la mejilla, más bien tus mejillas rozaron levemente las mías. Me sentí cortada, en mis "ensayos" tu saludo era más efusivo.
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Tras una charla amena pero banal, en el que siquiera me miraste fijamente ni una sola vez excepto algunas miradas furtivas de reojo, decidimos pasear. Tenía muchas ganas de enseñarte mi ciudad de la que estoy muy orgullosa.
Nada estaba saliendo como esperaba, mirabas hacia donde señalaba y contestabas con gestos casi imperceptibles, en cambio, a nuestra compañera de tertulia no parabas de mirarla descaradamente mientras parecía que a mí me rehuías. De tus labios salían escuetas frases hacia mí.
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Me sentía una extraña a tu lado, la decepción se iba apoderando de mí, sentía que tenía un nudo en la garganta. Mi amiga se percató de ello y tras una excusa decidió marcharse, pero tú insistías en que se quedara, parecías tan decepcionado por su marcha como yo con tu actitud. Aún así, ella se marchó dejándonos al fin a solas. Puede que era lo que necesitábamos ambos para romper el hielo no, el iceberg que se había creado entre los dos. Tu distanciamiento creó un glacial en mi paraíso.
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Varias veces intenté comenzar una charla, pero tus respuestas eran secas y escuetas. Finalmente decidí caminar junto a tí en silencio, mirando al suelo e intentando buscar una respuesta a tu actitud. No eras quien conocí o creí conocer, puede que te idealizara, pero no, seguro que no era eso. Nuestras conversaciones pasadas dicen lo contrario. ¿Qué ocurre?¿qué te pasa?, pregunté, pero mis palabras no quisieron salir del  fondo de mi garganta donde se alojaron provocando un nudo que me costaba tragar.
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Algunas gotas cayeron del cielo tan sombrío como mi estado, a lo lejos un trueno, amenaza tormenta pero no sólo aquí, también en mi interior. Un segundo trueno te sacó de tu mutismo, me miraste, puede que sea la única vez que lo hiciste directamente. "Parece que va a llover, hasta luego" me dijiste fríamente, fue tal la sorpresa y decepción que me llevé que respondí a tus besos de protocolo... apenas un roce en cada mejilla.
Te metiste las manos en los bolsillos de tu cazadora y caminaste alejándote de mí con la cabeza gacha, una lágrima de decepción y rabia se deslizó por mi rostro pálido y colgó de mi barbilla.
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Te miré todo el tiempo mientras te alejabas de mí, te miré hasta que doblaste esa esquina sabiendo que no te volvería a ver, de eso estaba completamente convencida. Suspiré acongojada y caminé en dirección opuesta, mi mente era bombardeada por el recuerdo de los acontecimientos recientes. Estaba demasiado abrumada como para poder entender qué había ocurrido, sólo una cosa tenía claro, iba a encontrarme con un amigo, algo más que un amigo...  y sólo encontré un completo desconocido.
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Llegué a casa derrotada, eché a un lado el montón de ropa acumulada sobre mi cama y me recosté en posición fetal. Un trueno sonó en la lejanía. Toda la tensión, la decepción, la rabia, los sentimientos contradictorios... todo salió de mí explosionando un llanto desconsolado, mientras intentaba borrar tu recuerdo con mis lágrimas, un quebrado y desgarrador ¿Por qué? salió de mis labios aún sabiendo que no hallaría respuesta. Sé que esa pregunta me perseguirá por mucho, mucho tiempo... ¿Por qué, por qué...?
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Obra registrada. Código: 1111250598946