lunes, 29 de abril de 2013

Aquella semana (Erótico)

AQUELLA SEMANA


LUNES.

Miré por la ventanilla intentando distraerme con el exterior, me sentía algo agotada pero aún así, no me apetecía volver a casa inmediatamente. Pedí permiso a mi compañero para cambiar de emisora y poner algo de música, ya que la voz del locutor narrando los informativos, me estaba amodorrando. Él contestó con un leve gruñido que interpreté como una afirmación y decidir poner algo de música dance.
Inconscientemente, la música comenzó a dominarme y me dejé llevar. Movía cabeza y brazos al ritmo y murmuraba algo parecido a la letra, todo lo que mi falta de oído musical y mi escaso conocimiento de inglés, me permitía. En uno de mis giros de cabeza, percaté que mi compañero, aprovechando un semáforo, se había detenido y me miraba con una mezcla de sorna y sorpresa. Yo sentí que se me calentaban las orejas y bajé la cabeza algo avergonzada.

- Llevamos yendo y viniendo juntos al trabajo casi tres meses y no tenía ni idea que estabas como una cabra.

Le lancé un mohín, él estalló a carcajadas y yo también reí con ganas. Con el gesto, ambos comprendimos que a pesar de compañeros de trabajo y coche, podríamos también ser amigos. Me pregunté cómo no me había dado cuenta que era muy agradable, a la vez que bastante atractivo…

MARTES.

Entré en el restaurante, el dueño me saludó con una sonrisa y yo le devolví el gesto. Me senté en mi rincón de siempre esperando el almuerzo. Al ser cliente habitual y como siempre pedía lo mismo, era atendida casi al momento. Me gustaba la rutina, eso me hacía sentir que tenía el control sobre mi vida.
Cuando di el segundo sorbo a mi bebida, le vi aparecer. Me sorprendió, ya que él siempre prefirió almorzar en el área de descanso de la empresa. Como el restaurante estaba atestado, le indiqué con gestos, que podía sentarse conmigo. Tuvimos una charla muy amena, hablamos de todo un poco y la hora de comer se nos hizo demasiado breve. Con malestar, volvimos al trabajo.

MIÉRCOLES.

Estaba enfrascada en mi trabajo, me mordía constantemente el labio inferior, una manía que tengo cuando me concentro demasiado. Estaba intentando cuadrar unos asientos contables que se me resistían. Mordisqueé distraída, un bolígrafo mientras volvía a revisar las facturas. Un aviso se abrió en la pantalla de mi ordenador, era un mensaje interno, concretamente de la terminal quince. Lo abrí con curiosidad, nada más leerlo me ruboricé y levanté la cabeza para mirar al remitente del mismo. Él estaba hablando por teléfono, posiblemente, intentando convencer a algún futuro cliente.

"Me encanta esa forma que tienes de mordisquear el bolígrafo, haces volar mi imaginación".

Tamborileé con los dedos sobre mi mesa muy nerviosa. Él desvió un segundo la vista hacia mí, lo justo para lanzarme un guiño confidente simulado tras dar un largo sorbo a su taza de café. Sonreí con malicia y decidí seguir con el juego.

"Eso es porque no sabes lo que puedo llegar a hacer sentir, con solo mordisquear una oreja"

Le miré disimuladamente, leyó mi respuesta mientras continuaba sorbiendo el café, abrió los ojos de par en par y le dio un acceso de tos. Contuve la risa a duras penas y nos miramos como niños planeando una travesura.

JUEVES.

Nuestras misivas cada vez, eran más subidas de tono. Pasamos de insinuaciones inocentes, a expresar fantasías explicitas y con todo lujo de detalles. Nuestros dedos sobre el teclado, iban a la velocidad de nuestra imaginación. Pero todo se quedaba de pantalla a pantalla, porque cuando almorzábamos juntos, nada de esto hablamos. Y tampoco lo mencionábamos en el trayecto de ida o vuelta.
Era como si fuésemos personas ajenas, estábamos los compañeros de almuerzo y recorrido en coche por un lado y amantes cibernéticos en el trabajo por otro. Ese juego me gustaba a la vez que me excitaba.

VIERNES.

En el trayecto de regreso permanecimos inusualmente callados. No sabía por qué me sentía tan nerviosa, pero noté que él también lo estaba. Fui a poner la radio para interrumpir este extraño silencio y él tuvo la misma idea, nuestras manos se tocaron. Nos miramos un instante, no hizo falta más, sus ojos decían "¿Quieres?" y los míos respondieron "Ahora mismo". Cogió el primer desvío para salir de la autovía y nos metimos en un camino de tierra. En el primer recoveco rodeado de árboles que encontró, aparcó el coche y apagó el motor. 
Se lanzó sobre mí , besándome con avidez y le respondí del mismo modo. Con una mano me liberaba del cinturón de seguridad, mientras que con la otra, buscaba en su entrepierna. Él echó el asiento hacia atrás y aún con la ropa puesta, me senté sobre él restregándome con su miembro viril completamente erecto, mientras él, devoraba mis pechos como si de un lactante hambriento se tratase.
Sin parar de saborear mutuamente nuestros cuerpos y despojándonos de la ropa, nos pasamos al asiento trasero. Se tumbó sobre mí y me penetró con fuerza, cada embestida, hacía que de mi garganta escapasen gemidos que suplicaban más, cada vez quería más. Mi estado le excitó de tal modo que parecíamos animales salvajes, dominados por el instinto primario. Arañé su espalda desesperada cuando exploté por dentro y crucé mis piernas rodeando su cintura para atraer su cuerpo hacia mí aún más, aunque físicamente era imposible.
Se separó de mí para sentarse y me puse sobre él de espaldas. Le cabalgué despacio, muy despacio, dejando que disfrutase de cada serpenteo de cadera. Él me besaba la nuca y espalda mientras jugueteaba con mis pezones. Muy despacio, sus manos dibujaron mi silueta hasta aferrarse a mi cintura. Clavé las uñas en el reposa-cabezas mientras él, aferrándome más a sí, marcaba un ritmo cada vez más efusivo.
Se detuvo un instante para hacerme girar y así yo pudiese seguir cabalgándolo mientras nos besamos casi con desesperación. Lanzó un grito ahogado y ambos nos aferramos el uno al otro con tal fuerza que no se podía distinguir el cuerpo de uno u otro. Contraje mis músculos internos para aprisionarlo a mí, él puso los ojos en blanco.

Sudorosos y extenuados, nos vestimos en silencio y bajamos las ventanillas del coche para eliminar el vaho que había invadido los cristales. Agradecimos en silencio, el frescor que sentimos en la cara al liberar el aire viciado con olor a sexo que dejamos en el coche.
Hablamos algo cortados sobre lo que acabamos de hacer, ambos confesamos que nunca habíamos hecho nada parecido, pero coincidimos que había sido el momento más intenso, salvaje y erótico de nuestras vidas.

LUNES (UN MES DESPUÉS)

Estaba de mal humor, en toda la mañana no di pie con bola en nada. Las cuentas no me cuadraron, me faltaban facturas y mis clientes no atendían al teléfono. Ya no podía seguir trabajando aquí, después de tres semanas discutiendo con mi supervisor, al final llegamos a un acuerdo sobre mi indemnización por finalización de contrato, solo me quedaba terminar esta semana en la empresa. Ya no tenía sentido quedarse aquí; mi compañero, amigo y amante, había sido trasladado a otra ciudad.
Nunca repetimos aquella vez, ni volvimos a hablar de ello. Apenas tuvimos oportunidad, a mí me cambiaron el turno y él se tuvo que marchar poco después.

Pero me dejó un recuerdo imborrable pues, nunca olvidaré aquella semana.