viernes, 3 de mayo de 2013

El bosque maldito. Parte II (Terror)

"En el interior del bosque vivían cuatro hermanos, comían de lo que cultivaban y criaban. Rara vez aparecían por la aldea. Dos veces al año, coincidiendo con los solsticios, donde cambiaban el exceso de abastecimiento por calzado, ropa y utensilios.
Hubo un invierno muy duro y demasiado largo, cuando ya debería haber flores en su lugar, todo estaba cubierto por una espesa capa de nieve que dificultaba hasta el caminar. La aldea no estaba preparada para tal largo invierno, la comida escaseó y la hambruna comenzó a mermar a los aldeanos.
La desesperación nubló la mente y pronto los rumores comenzaron. Al principio era sutiles susurros, pero pronto la gente habló a viva voz desgañitando sus gargantas. "Los hermanos tienen comida" decían unos, "Siempre cultivan y crían de más" decían otros. Cómo o quién empezó el asalto, no se sabe con certeza. Pero fue en una noche de tormenta.

Los relámpagos iluminaban un cielo completamente negro, sus destellos iluminaron la plaza con la claridad del día. Los truenos que los acompañaban, anunciaba que la tormenta aún lejana, se estaba acercando. Los ojos saltones por falta de carne en unos rostros casi cadavéricos eran definidos por las antorchas, dejando una siniestra imagen. Se agolparon en el centro de la aldea portando antorchas, horcas y palos. El odio y la indignación iba creciendo a la misma velocidad que el numero de congregados. Iniciaron el camino al interior del bosque, la certeza de que los hermanos escondían comida y la desesperación de obtenerla, anularon por completo en sentido común. Se comportaron como carroñeros.

Llegaron a la cabaña de los hermanos y la rodearon. Con gritos, alaridos e insultos, les ordenaron que saliesen y les entregasen la comida. Los cuatro salieron de la cabaña atemorizados y sin llegar a comprender qué estaba ocurriendo. Los aldeanos vociferaban y escupían exigiendo nuevamente la comida.
Los hermanos dijeron que no tenían, que apenas sobrevivían con lo que el bosque podía ofrecer. Pero no les creyeron, con la imagen puestas en sus hijos famélicos y mujeres agonizantes mientras sufrían una muerte lenta, miraron a los hermanos como únicos culpables de su desdicha y se lanzaron sobre ellos.

Les ataron las manos a la espalda y les obligaron a permanecer de rodillas. Primero cogieron al mayor, le golpearon con palos y quemaron su cuerpo con las antorchas. Al ver que el resto de hermanos seguían sin confesar, le desmembraron aún en vida. Los hermanos horrorizados y con lágrimas en los ojos, juraban hasta la saciedad que allí no había nada. Entonces, cogieron al segundo, le tiraron al suelo de espaldas y lo lapidaron lanzando piedra a piedra tomando su tiempo entre una y otra, solo pararon cuando el charco de sangre que bajo él había se ramificó sobre la tierra. Pero tampoco tuvieron respuesta y cogieron al tercero, que pusieron frente al menor y le degollaron, los hermanos se despedían con la mirada mientras la vida del tercero se iba apagando poco a poco. Los aldeanos estaban en trance, habían anulado toda humanidad de sus almas y cogieron al pequeño. Tras ponerle una soga en el cuello y arrastrarle por los alrededores, le colgaron de un árbol elevándolo lentamente. El último de los hermanos boqueaba y pataleaba desesperadamente, solo cuando parecía que iba a perder el conocimiento, le dejaban caer para repetir de nuevo el ahorcamiento, lo repitieron hasta cuatro veces más cuando, cansados de no tener resultados. Le dejaron morir.

Muertos los cuatro hermanos, comenzó el asalto. Asolaron todo, no quedó piedra por mover. Pero nada, ni en la cabaña, ni el cobertizo, granero o pozo, encontraron siquiera un grano de trigo. Intentaron buscar un almacén escondido cavando en la tierra con desesperación. "No hay comida, no hay nada" alguien gritó.
Los aldeanos volvieron en sí, miraron horrorizados los cuerpos de los hermanos, en ese instante fueron conscientes de lo que habían hecho. Un rayo cayó junto a ellos partiendo un árbol en dos.
Más movidos por el temor de una señal que por remordimiento, cogieron a los cuerpos y los arrojaron en el pozo, destruyéndolo y tapándolo para siempre.
Regresaron a la aldea acompañados por un silencio de ultratumba, tenían el alma tan vacía como sus manos. Nadie dijo nada de lo que hicieron, hasta que en la siguiente noche de tormenta ocurrió..."

(Continuará...)