jueves, 9 de mayo de 2013

El bosque maldito. Parte III (Terror)

"... Un aldeano se adentró en el bosque tras una cabra que vio desaparecer en su interior. La promesa de carne fresca, le hizo ignorar que la noche y la tormenta se cerniría sobre él antes de poder regresar.
Tres días pasaron y aún no había regresado, preocupados, algunos se congregaron para buscarle. No tardaron mucho, le hallaron inerte. Su cuerpo, agarrotado y seco, sus ojos en blanco que parecían querer salir de sus órbitas y la expresión de su faz, indicaron que había muerto de miedo. Sin llegar a ninguna conclusión, le llevaron de vuelta a la aldea para concederle un entierro digno y una oración por su alma.

Uno a uno, todo aquel que por un motivo u otro, se adentraba en el bosque de noche y bajo amenaza de tormenta, iban apareciendo muertos. Todos y cada uno de ellos, tenían marcado en sus facciones el miedo en estado puro.
Pensando que podría tratarse de alguna bestia, organizaron una partida de caza, pocos fueron los voluntarios, solo los más aguerridos se atrevieron. Un muchacho que frustrado por ser excluido a causa de su juventud, siguió a escondidas a la comitiva.
Ese muchacho fue el primero en verles, su instinto de supervivencia le guió al hueco de un árbol podrido y tras ocultarse con unas ramas, observó sin creer lo que se ofrecía ante sus ojos. El pánico y el temor a ser descubierto, mudó su garganta.

Cuatro sombras etéreas emergieron del suelo, sus ropajes raídos bailaban al son macabro del viento. No tenían rostro, tras esa capucha que cubrían sus cabezas, solo había la más absoluta oscuridad. Emitían un lamento ululante cuya procedencia era más allá de lo terrenal. Avanzaron sin caminar, levitando a escaso un palmo del suelo y rodearon a los aldeanos, que presos del pánico, se cerraron en círculo espaldas contra espaldas.
Al principio no hicieron nada, durante un tiempo que pareció infinito, permanecieron inmóviles, sus espectrantes siluetas se volvían más nítidas a medida que el horror de los aldeanos iba creciendo. Parecía que ese mismo miedo era lo que los alimentaba.
"Son los hermanos" dijo uno de los aldeanos casi con desesperación. 

Entonces, los cuatro espectros, lanzaron un aullido que congeló la sangre del obligado espía. Pudo ver cómo una densa niebla blanca y brillante, emanaba de la boca de los aldeanos mientras desgarraban sus gargantas con un grito de dolor y desesperación. Sus almas fueron absorbidas hasta dejar sus cuerpos secos y momificados, con la macabra visión del miedo en estado puro en sus ojos casi fuera de sus órbitas y completamente blancos. 

La tormenta arreció y los espectros comenzaron a desaparecer tenuemente, como si la lluvia los borrase poco a poco. El muchacho permaneció inmóvil en su escondrijo toda la noche. Rezó por su salvación hasta que el alba despuntó y solo cuando el sol estaba en lo más alto, decidió salir y regresar a la aldea. Corrió como si la vida le fuese en ello y así es como lo sentía.

Contó todo cuanto había visto, juró por Dios y su honor, que era cierto. Pero los aldeanos no quisieron creerle. Pero lo que en realidad negaban, era la certeza que ese es el castigo con la que la aldea ha sido condenada a causa del ultraje cometido con los cuatro hermanos años atrás. Por mucho que lo negasen, en el fondo sabían que la historia del muchacho es real como reales son las víctimas del bosque maldito.

Desde entonces, nadie se ha atrevido a adentrarse en el bosque cuando amenaza la tormenta. El origen de la maldición se ha ido trasmitiendo de boca en boca, generación tras generación. Esa leyenda es el legado que dejaron los abuelos de nuestros abuelos. Y nunca debemos permitir que caiga en el olvido. El bosque está maldito y todo aquel que en él se adentre, estará condenado a morir de la forma más horripilante."

(Continuará...)