domingo, 12 de junio de 2011

El Velero (Relato)


Náufraga y perdida en el mar del olvido, así me encontraba. Gritando hasta quebrar mi voz, sin que el eco devolviese el sonido de mi desesperación. Aferrada con fuerza a la esperanza, pues sabía que, sólo si me daba por vencida, sucumbiría ante mis miedos... la pérdida de un sueño, mi sueño.

Día a día alimentaba mi deseo, pero, tenía miedo a perderlo. Lo ocultaba con recelo, siendo yo la única que podía contemplarlo, luchando por no sucumbir, nadando a contracorriente.

Lo protegía del desprecio, pues yo lo amaba y no quería que nadie lo dañase, ni a él ni a mis sentimientos. Me sentía sola, muy sola. Pues sentía el frío abrazo que la incomprensión me otorgaba.

Aún así, continué, sola, olvidada, invisible ante los demás. Me refugié en el exilio que yo misma creé. Me hacía daño, pero no me importaba, ya que el dolor me lo infringía a mí e irónicamente me consolaba, pues nadie más lo hacía, porque nadie más sabía de mi sufrimiento silenciado, de mi condena impuesta... torturando mi interior, emplomando mis alas y truncando mis deseos.

Asumida mi derrota antes de la batalla, continué mi vida, fingiendo que no importaba. Pero mi interior se reveló, pues el deseo del sueño cumplido era demasiado fuerte como para retenerlo. ¿Cómo pretendía tenerle prisionero para siempre?, los anhelos son innatos soñadores y expertos luchadores.

Mis deseos, mis miedos, mis anhelos, mis temores... salieron de mi interior de golpe. Fue una feroz lucha, sin cuartel, sin compasión... El impacto entre ellos, creó un viento huracanado que me arrojó hacia el mar de la esperanza y fui arrastrada por la corriente del sino, viendo cómo poco a poco perdía de vista la isla de mi exilio.

Me dejé llevar, pues me sentía cansada de luchar contra mí misma. Quería ser yo, quería demostrar lo que hacía. Decidí no naufragar en la duda.

Entonces lo divisé... Un velero que navegaba con calma, empujada por el soplo del deseo, mi deseo. Y fui rescatada. me acogieron con cariño, me escucharon con interés. Supe entonces, que no estaba sóla, que mi sueño no era exclusivo, pues la tripulación de ese velero también compartían lo mismo. Me acogieron como una más y junto a ellos navegamos por un océano de sentimientos expresados, de pensamientos impresos...

Desde entonces, ya nada temo. Ya no reprimo mis emociones, las libero con ilusión. No tengo miedo al fracaso, pues sé que, tendré varias manos amigas que me den consuelo. No me siento sola, pues comprobé que ellos, eran iguales a mí. Ya no temo al fracaso, pues sé podré superarme aprendiendo de ellos...

Por fin soy yo, por fin puedo mostrar lo que sé hacer, lo que me gusta. Ahora puedo gritar al viento cual es mi sueño y navegaré a su encuentro en un velero, un velero llamado amistad.

Sylvia Ellston.
Obra registrada. Código: 1111250598588



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