domingo, 20 de julio de 2014

Asunto pendiente.

La última vez que se vieron, eran unos adolescentes y buenos amigos, más que buenos amigos. Durante su infancia y por muchos años fueron uña y carne, confidentes e inseparables.
Aunque su amistad rozaba lo fraternal, hubo momentos en los que, sin poder evitarlo, los sentimientos se confundían. En algunas ocasiones, fue ella la que quiso traspasar la línea de la amistad y en otras fue él, pero siempre uno u otro, anteponía la amistad ante cualquier impulso, porque ambos tuvieron siempre ese temor de que todo podría cambiar y no volver a ser lo mismo entre ellos. 

Pero quince años después, cuando apenas uno recordaba al otro, se encontraron por casualidad. Aunque ya convertidos en hombre y mujer. Aún así, las miradas que cruzaron, fueron las de aquellos muchachos que crecieron juntos. Pareció que el tiempo no había pasado y hablaron como si solo hubiese pasado un par de días desde la última despedida.  
Hablaron hasta bien entrada la noche. Ahondando en los recuerdos, haciendo resurgir los sentimientos de antaño y poniéndose al día de las respectivas rutinas. Siquiera se habían dado cuenta que sus manos estaban entrelazadas y se acariciaban mutuamente con los pulgares. Con ternura, recordaron aquel primer beso inocente que se dieron cuando aún eran unos infantes, rieron por la torpeza de entonces y lo raro que resultó aquello.

Él habló de su presente, se jactó que aún no había conocido quien le haga sentar la cabeza, ella sermoneó con cariño su conducta que parecía seguir inamovible desde la pubertad. Ella, habló de un nuevo amigo al que tenía mucho cariño y equivalió esta nueva amistad a la de antaño. Él pareció molestarse y protestó con algo de sorna, por la suplencia en su "puesto". Ella rió la broma, pero pudo comprobar por su mirada, que había franqueza ante esa ligera chanza.

- ¿Alguna vez, quisiste "hacerlo" conmigo? - Preguntó él mostrándose repentinamente serio - Me refiero en aquella época.
- Sí, alguna vez - contestó ella simulando entereza e intentando aparentar serenidad - Pero recuerda que me paraste los pies.
- Bueno, en eso estamos empatados ¿no? - Sonrió con picardía - También me lancé alguna vez que otra y también fuiste tú frenaste.
- Sí, tuvimos un tiempo de "tira y afloja" - contestó con una risa forzada - Pero seguro que ahora te alegras. Seguro que no hubiésemos sido tan amigos si hubiéramos dado aquel paso. ¿No crees?
- ¿La verdad? - preguntó mientras apretó su mano, carraspeó cuando ella asintió con la cabeza, él mantuvo un tono neutral - Ahora que te veo de nuevo, me arrepiento de no tener ese recuerdo, siento que eso es un asunto pendiente entre nosotros.
- Bueno, es que... - inconscientemente, ella apartó la mano - Teníamos algo más fuerte, nuestra amistad...
- Ya - interrumpió tajante - Nuestra amistad era más fuerte, sí. Pero aún así, nos separamos, cada uno tomó un camino diferente, hicimos nuestras vidas y hasta hoy, no hemos sabido el uno del otro. 
- Bueno sí - ella notó que se ruborizaba - Pero entonces no imaginábamos que nos separaríamos.
- A eso me refiero, que no sirvió de nada - volvió a coger su mano - ¿No piensas lo mismo?
- ¿Qué?
- Que aún nos queda un asunto pendiente.
- Bueno, yo creo que... - ella se ruborizó y el corazón latió desbocado - Todo es distinto, ya no soy la que era aunque no puedo decir lo mismo de ti.
- ¿A qué te refieres?
- Yo... he madurado.
- No me lo creo, sé que sigues siendo aquella del pasado, lo veo en tus ojos, la tienes oculta - él habló mirando fijamente a sus ojos mientras le sujetaba la barbilla - Busca esa chica liberal de antaño, sé que está en algún lugar de tu interior. Quiero que la despiertes, quiero hablar con ella.
- ¿Y qué quieres decirle? - ella contestó casi susurrando y con una mueca que se asemejaba a una sonrisa.
- Que no pido compromiso, ni promesas, siquiera un mañana o un quizás. Que quiero lo que ofreció a otros hace tiempo. Quiero lo que siempre dio: Un aquí, ahora y sin posibilidad de una reiteración. Quiero ver solo una vez más, aquella que fuiste, pero conmigo. Quiero saber qué me perdí al rechazarte y al ser rechazado.

Ella apretó los labios, de repente, le bombardearon miles de incógnitas. Era cierto que hasta aquel momento, apenas había pensado en él, tan cierto como que no podía negar la curiosidad de querer solventar aquella incógnita no le pareció tan descabellada a medida que lo pensaba. Estar con él, una sola vez, tal y como se lo está pidiendo ahora, sin compromisos...
Pero, había pasado mucho tiempo, ya no tenían diecisiete años y precisamente, en aquel momento de su vida, ella había conocido a alguien. Ese alguien, no había dejado nada a entrever, siquiera una indirecta o alguna señal que indicase que podría haber algo más entre ambos, pero en ella comenzaba a nacer un sentimiento sano y puro...
Él estudió su mirada, sus gestos, parecía saber lo que pensaba. Ella se mordió el labio inferior quiso responder pero no le dejó, como antaño, ella era un libro abierto para él. La miró a los ojos y negó con la cabeza sonriendo con amplitud. Proclamó una tregua para la propuesta con la condición que ella respondiese después de pensarlo detenidamente. Ella accedió a pensar sobre el asunto, poco a poco, la tensión generada se fue disipando y el resto de la velada transcurrió como si la conversación que acababan de tener, nunca se produjo.

Una semana después, ella se detuvo en la esquina de la plaza para poder recuperar el aliento. Sin darse cuenta, el último tramo hacia su cita, lo había recorrido con premura, casi corriendo. Le localizó en el punto de encuentro acordado. Mientras recobraba la serenidad, pudo contemplarle sin ser vista. Sintió el corazón encoger y seguidamente, latió con violencia.
Había aceptado, de algún modo, quería volver a ser la que fue, aunque fuese solo una vez más. Y allí estaba, él la esperaba sentado en la terraza del bar donde habían quedado, en apariencia, parecía tranquilo pero supo que también estaba nervioso, le delató el tamborileo de sus dedos sobre la mesa. 
Ella tomó aire muy despacio para recomponerse y caminó hacia él con paso decidido haciendo alarde de seguridad en su persona.
Se saludaron con un casto beso en los labios y tras un breve refrigerio, emprendieron el camino cogidos de las manos, hacia el hotel que él había reservado para aquella ocasión. El pequeño recorrido, lo hicieron en silencio.
Mientras esperaban el ascensor, él arremetió contra ella besando su cuello con ansiedad. Ella sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. Ese momento que deseó tantas veces como rechazó, estaba a punto de ser un hecho. Correspondió al beso apasionado que le brindó, sintió su miembro viril endurecido sobre su muslo y aspiró su aroma de hombre con saciedad. No podía creerlo, estaba con él, después de tantos años... Pero, como una ráfaga, la visión de aquel nuevo amigo que nunca dijo ni prometió nada, se interpuso entre ambos. Ella abrió los ojos para mirarle, intentando borrar la visión de aquel que se le había manifestado en su subconsciente pero la visión continuaba y la miraba con con decepción. 
Volvió a la realidad y miró al indicador del ascensor, parecía que no iba a llegar nunca. ¿Por qué sentía que estaba traicionando?¿Por qué sentía miedo de perder lo que no tiene? Uno está en su cabeza, distante y evasivo, quizás irreal y el otro está aquí y ahora real, dispuesto y deseoso...

- No, espera - ella murmuró suplicante. Él la interrogó con la mirada, intentó besarle de nuevo pero ella lo apartó de sí apoyando ambas manos sobre su prieto torso, insistiendo -No... no puedo.
- ¿No puedes o no quieres? - él preguntó con una mezcla de desconcierto y decepción en su voz - ¿Qué ocurre?
- Ha sido un error - ella habló entrecortada - Lo siento, de veras que lo siento. Pero será un error imperdonable.
- ¿Un error? - En lo que dura un parpadeo, la mirada de él,  pasó de la incredulidad a la ira. Quiso retenerla, la sujetó por los brazos acorralándole entre sí mismo y la pared. - ¿Qué me estás diciendo?
- Que, que - ella intentaba que no se le quebrase la voz en vano - Que entre tú y yo no debe cambiar nada.
- ¿A qué juegas, te estás riendo de mí? - preguntó con ira contenida - ¿Por qué me haces esto, qué te he hecho yo?

Entre balbuceos, ella intentó explicarse, de sus labios salieron palabras de fidelidad y nueva ilusión. Suplicó comprensión, intentó explicar que no podría hacer esto sin sentirse culpable. Pero la mirada que la traspasó, fue la de un hombre humillado y no quedaba nada de su amigo de juventud. Quiso marcharse pero él no la dejó.
- Me lo debes - dijo él la voz quebrada por la impotencia y la rabia - ¡Me lo habías prometido!
- Lo siento, debes creerme - insistió ella - Si no hubiese nadie en mi camino, te aseguro que yo...
- No hay nada dicho entre vosotros - insistió - Y yo solo te pido un aquí y ahora.
- No puedo... no debo...
- ¡No! - intentó retenerla con fuerza inconsciente de que la estaba dañando - Me diste tu palabra y yo pienso cumplir con la mía.

Ella consiguió zafarse de él, salió corriendo hacia la calle sin querer ni poder mirar atrás. Corrió calle abajo desesperadamente para intentar huir de la incertidumbre que le había dominado. Una incertidumbre en la que había una lucha voraz entre un presente con deseo de futuro y un pasado resurgido del olvido.
Pudo sentir que él la seguía a poca distancia pero no podía dejar que la alcanzase porque había tomado una decisión y era tarde para echarse atrás. Y si parase ahora, no estaba segura de poder rechazarle una vez más. Porque en el fondo de su ser, también deseaba aquel encuentro imposible.
Consiguió coger un taxi y mientras el vehículo emprendió el camino. Su voluntad la traicionó, bajó la ventanilla sacando la cabeza por ella.
- ¡Lo siento!- gritó abatida -¡Espero que sepas perdonarme!
- ¡No pienso renunciar a ti ahora que has vuelto a mi vida! - él gritó desgarrando su garganta mientras intentaba en vano alcanzarla - ¡¿Me oyes?! ¡Es un juramento... Tarde o temprano, cumpliremos nuestro asunto pendiente!...
Ella se acurrucó en el asiento del taxi luchando contra sí para retener las lágrimas que amenazaban por salir. Deseó con todas sus fuerzas que la decisión que acaba de tomar sea la correcta porque sabía que si no era así, se arrepentirá de esto toda su vida.



lunes, 7 de julio de 2014

Disención

Yo no empecé esa lucha pero podría haberla evitado. Podría haber ignorado su desafío arrogante y altivo pero no fue así, el orgullo me pudo. Me di cuenta demasiado tarde que una vez empezado, era imposible dar marcha atrás.
Nos aferramos mutuamente y comenzamos una batalla sin cuartel. Mi confianza comenzó a mermarse cuando, sin apenas esfuerzo, me oprimió contra sí, yo continué en mi empeño con más voluntad que convicción cuando la frustración me hizo comprender que estaba perdiendo y poco podría. En silencio, rogué una tregua que me concedió con menosprecio, apoyé la espalda contra la pared mientras recuperaba fuerzas y meditaba si debía ceder a su voluntad.

Una gota de sudor recorrió mi sien, jadeé exhausta y cerrando los ojos con fuerza, mientras intentaba tomar aliento una vez más, continuamos con furor. No recuerdo cuánto tiempo estuvimos así, pero mi agotado cuerpo rebelaba que fue mucho, demasiado. Me vi obligada a suplicar otra tregua que, para mi apocamiento, volvió a ser concedida. No sé cómo, pero volví a reunir fuerzas y me dispuse a continuar con esa desproporcionada lucha en mi contra. 
Me estaba ganando y lo sabía, pero yo no pensaba darme por vencida, puede que me derrotase, pero no se lo dejaría fácil. Cerré las manos pellizcando con rabia y caímos sobre la cama, sentí que me oprimía las caderas, incluso noté que se jactaba de su ventaja. Arqueé la espalda a la vez que pataleaba con desesperación, apreté los dientes gimiendo a causa del esfuerzo y la ligera abrasión dejaba en mi piel. Pero no podía permitirme desfallecer, es superior a mí lo sé, pero no puedo permitir que me venciese, así no.

Lo solté de nuevo, me incorporé para caer al suelo de rodillas apoyando la frente sobre el dorso de mis manos, Mi voluntad antes férrea, comenzó a cubrirse de herrumbre. Me sentí humillada y quise someterme a la inexorable realidad, pero ese pensamiento solo duró apenas un segundo. Negué con la cabeza y volví en mí, fruncí los labios mientras tragaba saliva con dificultad, oí a mi interior jalear y lentamente, volví a ponerme en pie. Lo agarré con rabia y furia desenfrenada a la vez que contorneaba mi cuerpo en una danza compulsiva. 
Resistió mi contraataque sin dificultad hasta que volvimos a caer de nuevo sobre la cama. Pero no desistí, pataleé esa vez con más furia y noté cómo poco a poco comenzaba a ceder. El retroceso en su lucha renovó mis fuerzas. No podía detenerme, ya no podía porque sentí que la victoria estaba muy cerca y renovó mi energía y fuerza.

Hice acopio de todas las fuerzas que me restaban, oprimió mis caderas con más fuerza que antes pero no consiguió doblegarme una vez más. Supe entonces, que todo dependía de un único esfuerzo más. La balanza se inclinaría en uno u otro lado y debía ser yo quien diese el golpe de gracia para sentenciar definitivamente aquella lucha. Pero mis fuerzas comenzaron a mermar y justo cuando estaba a punto de abandonar, cedió por completo y al fin, con gran alivio, exhalé con exaltación para celebrar mi triunfo.

Esperé unos minutos hasta recuperar el aliento por completo. Me incorporé despacio y lo miré con desdén mientras me regodeaba de mi victoria. Con tranquilidad, me acicalé ante el espejo, peiné mis cabellos alborotados sin poder ni querer borrar la amplia sonrisa que iluminaba mi cara. 
Salí de la habitación no sin antes mirarlo una vez más para regodearme con soberbia a su costa. 

Salí a la calle orgullosa de mi hazaña, caminé calle abajo con un poco de dificultad pero bien disimulado, sonriendo a quien se cruzaba conmigo. Recuperada por completo, rememoré lo ocurrido, ¡quería gritar, reír, contar a todos los que quisieran escucharme lo que había ocurrido!, pero sabía que había guardar cautela, por mí. 
No debía ni quería hablar de ello, aquella batalla es personal y nadie debe saberlo, será mi secreto. A fin de cuentas... ¿A quién le importa el trabajo que me ha costado enfrascarme en estos puñeteros pantalones?




martes, 1 de julio de 2014

Desafío Literario.

XL

Cómo explicar lo que siento cuando me enfrento al papel en blanco.
Ocasionalmente, mis musas me abandonan, me dejan sola.
No me dejo vencer con facilidad pues mi meta está en lo alto.

Numerosos son los retos y encuentro más derrotas que logros.
Encontrando formas de avanzar, obviando aquello que me asola.
Objetivo marcado, aplanar el camino de todo escollo.

Con más ilusión que convicción, me dispongo a plasmar mi idea.
Unificando los sentimientos entre versos y palabras.
Tácitamente doy forma a todo lo que mi mente planea.

Recorro kilómetros de tinta narrando historias, vivencias.
Encauzando el destino de personajes a los que di vida.
No hay forma de parar, debo llegar al final con diligencia.

El final está en mi cabeza pero aún falta para llegar.
Obstinada y tenaz, con ojos vidriosos por falta de sueño.
Inevitable momento, el punto final debo ya agregar.

Nuevo reto al que me enfrento, saber el veredicto final.
Diversas opiniones me esperan, pero ya estoy preparada.
Impaciente espero que mi pasión al fin sea algo oficial