lunes, 24 de agosto de 2015

Succubus

El ambiente del bar estaba bastante tranquilo aunque era de esperar dado que es día laborable. Pero aunque estuviese abarrotado se hubiera fijado en ella al instante. Así se lo aseguró con torpeza mientras tomaban una copa cuya invitación ella accedió encantada. A medida que el alcohol deshibinía el temor inicial al rechazo, la conversación se tornaba cada vez más personal. Un par de copas después, él se armó de valor para proponerle una noche de pasión. Ella mostró algo de zozobra pero antes que él se disculpara por su atrevimiento, aceptó la proposición. Tomaron un taxi y fueron al hotel más cercano.
- Espero que no me tomes por una cualquiera por haber aceptado - dijo mientras le besaba en la mejilla con ternura - Pero desde que te acercaste a mí, noté que habíamos conectado.
- Tranquila, no pienso eso - contestó mientras le acariciaba el muslo con el pulgar -Aún me estoy preguntando cómo alguien como tú, se ha fijado en alguien como yo.
Continuaron hablando entre susurros. Ella con la actitud de una niña inocente consciente de su travesura y él, cada vez más crecido y envalentonado. Cuando llegaron a la recepción del hotel ya estaban establecidos los roles de confianza en sí mismo e impaciencia por probar lo desconocido.

Mientras él buscaba una música apropiada en el hilo musical, ella sirvió unas copas con la excusa que necesitaba relajarse pues estaba algo tensa y nerviosa. Brindaron en silencio mientras se miraron fijamente a los ojos. Apuraron la copa de un solo trago y él la besó con ímpetu dejando liberar de golpe todos los instintos que se habían acumulado. Se quitaron la ropa con impaciencia y exploraron los cuerpos sin recato. Él se sintió algo mareado, como si las fuerzas le fuesen mermando poco a poco. Se desplomaron en la cama y continuaron con su frenesí. Ella mostró una cuerda y le miró con complicidad.
- Siempre quise hacer esto - murmuró con un ápice de vergüenza.
- ¿Eres una chica mala? Mmm, me gusta.
Se dejó maniatar y amordazar mientras la besaba con ansiedad. Ella se puso sobre él acoplando los cuerpos mientras contorneaba la cadera sincronizando el ritmo con los jadeos y palabras ininteligibles.
Ella supo que él estaba a punto de llegar al cenit porque se aferró a sus nalgas mientras guiaba sus movimientos. Ella se reclinó y dejó que le besara los senos mientras su mano buscaba algo bajo la almohada. Estaba a punto, esperaba el momento. Clavaron las miradas y continuó su baile.
Ahí está el momento, esa forma de mirar, esos ojos casi entornados, esa sonrisa de depredador... ¡Ahora!
Sacó el cuchillo que asía bajo la almohada y se lo clavó en el pecho. Ella continuó con su contoneo sin apartar la vista de los ojos de ese desgraciado que se tornaron en auténtico terror. Le apuñaló una vez, la sangre salpicó su cuerpo tras otra mientras su interior estalló de placer. Con movimientos más sosegados, buscó un segundo orgasmo pese a estar sobre un cuerpo inerte, lo encontró gracias a desfigurar la cara de su víctima a base de largos y profundos cortes. Inspiró profundamente para exhalar el aire con lentitud. Le dio un casto beso en los labios y se separó de él.

En la ducha, frotó todo su cuerpo con fruición. La visión de la sangre diluyéndose en el agua y desapareciendo por el desagüe, le provocó un placer similar al que sintió hace unos minutos cuando se acostó con aquel tipo. Aunque este placer se vio disminuido a causa de la pastilla de jabón que no realizaba su función correctamente. 
- Típico de estos hoteles baratos - murmuró entre dientes - ¡Será tacaño el imbécil este! Al menos en esta ocasión las sábanas están limpias. Bueno... lo estaban.

Intentó hacer memoria para recordar su nombre preguntándose a sí misma porqué nunca era capaz de recordar ese detalle. Frunció el ceño a observar que él mantenía una mirada opaca en ella, el largo y profundo corte en la garganta, se le antojó como una sonrisa desafiante.
- ¡No me mires! - gritó mientras se afanó en terminar de lavarse las manos. Intentó centrarse en esa actividad, pero no pudo evitar miradas furtivas hacia ese pelele inerte que yacía en el suelo.
Parecía que la seguía retando haciendo alarde de confianza y seguridad en sí mismo. Esa seguridad que desapareció cuando ella sacó el cuchillo que previamente escondió bajo la almohada en el momento que él servía unas copas. Esa confianza que mermó cuando ingirió esa copa con unas gotas de ketamina que ella le echó mientras él buscaba música. "Patético", pensó para sí.
No había modo de recordar su nombre. Tampoco importa, es un desgraciado menos, un cazador cazado otro rompecorazones más borrado del mapa. Pero no ha desaparecido del todo, esos ojos inertes seguían retándola, seguían reflejando convencimiento sobre quién tiene el control.
- ¡Que no me mires más! - gritó mientras le amenazó con el cuchillo haciendo un pequeño corte en su mejilla.
Ella sintió que su temple cedía levemente. El terror ante la visión de una muerte inminente ya no surge efecto. La hoja del cuchillo se refleja en esos ojos inexpresivos, ella también puede verse en ellos. Pero sin gritos, ni lucha o una mísera lágrima; el efecto de poder y control no es el mismo. Siquiera sintió gozo cuando le arrancó los ojos y los introdujo en la boca. Si no provoca terror, no crece en ella la inhibición del placer. 

Se vistió cuidando su aspecto al detalle, aquí ya no se divierte. No hay nada más que ese miserable le pueda ofrecer, otro más que la deja a medias. Todos le prometen una gran noche y en cuanto les apuñala para poder alcanzar el cenit, se derrumban, lloran o incluso defecan. Anulando completamente el libido del momento.
Abandonó aquel hotel de segunda del mismo modo que entró. Furtivamente, sin ser vista, como una esposa infiel que no desea dejar testigos de su visita. Un truco muy recurrente y efectivo para incrementar el morbo ante lo prohibido de esos malditos imbéciles. La oportunidad de dar aquello que otros no pueden ofrecer, es como la miel para atrapar moscas.

La velada de esta noche le resultó demasiado fácil y rápida. Pensó que una última copa le animaría algo. Se entretuvo hundiendo el cubito de hielo con su dedo mientras intentaba recordar el nombre de aquél fulano. En el fondo, le hacía mucha gracia que le pasase siempre lo mismo.
- ¿Perdona, te puedo invitar a esa copa? - Una voz masculina habló tras ella.
Le miró fijamente y mientras le estudió con rapidez, aceptó asintiendo con la cabeza y sonrió con timidez y zozobra. 
Hablaron durante una hora sobre asuntos banales e impersonales en los que ella tuvo que simular que reía encantada ante sus insulsas ocurrencias. Este patético cortejo comenzó a aburrirle y usó su lenguaje corporal para dar pie a pedir lo que él deseaba realmente. Miró la hora y sonrió mirando como si se tuviese que marchar muy a pesar suyo. Él apuró la copa de un solo trago, quizás para armarse de valor y con cierto temor, dibujó una línea que iba de la rodilla hasta el muslo de ella.
- ¿Sería demasiado atrevido invitarte a tomar una última copa en mi casa?
Ella estudió su mirada, aunque había un ápice de temor a ser rechazado. Parecía completamente seguro sobre el éxito de su cortejo. En cuanto ella acepta, la seguridad en sí mismo incrementa y transpira orgullo egocéntrico. La besa con sensualidad acariciando sus nalgas, comprobando así, que las intenciones han sido correctamente interpretadas. Ella le corresponde del mismo modo mientras que, disimuladamente, comprueba el interior de su bolso. El tacto del mango de su cuchillo le excita y se muestra más fogosa al finalizar el beso.

Durante el trayecto en el coche, intercambiaron caricias y miradas impacientes. Aunque ella mantenía su rol de tímida y preocupada, eso incrementaba más la seguridad y poder de control de esos infelices. Así goza más cuando ella sesga literalmente ese dominio que creen poseer. Él le pellizcó la barbilla y aprovechó un semáforo para besarle de nuevo.
- Te confieso que es la primera vez que hago esto, pero siento que hemos conectado. Créeme cuando te digo que estoy tan nervioso como tú. Nunca había conocido a nadie como tú, eres una mujer maravillosa y no me puedo creer que alguien como tú pudiese fijarse en alguien como yo.
Ella sonrió transmitiendo ternura, aunque por dentro luchaba por no romper a reír a carcajadas. Siempre las mismas frases hechas y los mismos halagos. Parece que todos tienen un manual de instrucciones para cortejar.
- No te preocupes, no te pongas nervioso - contestó ella mientras mordisqueó con suavidad la yema de sus dedos - Estoy segura que será una velada inolvidable para los dos...


martes, 18 de agosto de 2015

Citas V

"Intentaron callar su voz ignorando que ya pertenecía al viento"

"Si quieres ser inmortal, aléjate de la orilla y deja tus huellas en las piedras"

"Cuando centras tu vida en el ¿Qué dirán?, terminas por olvidar quién eres"

"Si las caídas no se sirven para levantarse más fortalecido, entonces, el fracaso habrá ganado la partida"

"La ley de la atracción y el karma siempre hará recoger los frutos de aquellas semillas que has plantado. Cuidado con lo que deseas al prójimo porque esa energía (positiva o negativa) regresará a ti.
Así que cuando algo se tuerce en tu vida, pregúntate en qué momento deseaste que se torciese el camino de otro. 
Todo llega, todo ocurre por algo. Todo lo que te pueda pasar es la repercusión de lo que pensaste, hiciste o deseaste en el pasado.
Se positivo y trasmite buen karma, porque eso también se te devolverá y con intereses. 
Pensad en la teoría del caos y uno de sus conceptos: El efecto mariposa.
"El aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tornado al otro lado del mundo"
No levantéis vientos si no estáis preparados para soportar tempestades". 

"Aquel que se niega a reconocer sus errores está condenado a repetirlas una y otra vez quedando sumido en la más absoluta ignorancia" 
"Creemos en la realidad que se nos presenta. Todo lo demás son teorías por confirmar"

 «Hay instantes que perpetúan toda una vida y serán ecos en la eternidad.«

«La humanidad es como un puzzle. No hay una pieza igual, pero si se unen, crean una unidad completamente lógica y unificada que da sentido al individuo al comprender que forma parte de un todo.»

"Fuiste la luz que me cegó y ahora soy la sombra que proyectaste"

"Un fracaso no es el final, sólo es el principio de un nuevo reto"


sábado, 1 de agosto de 2015

El encuentro (reverso)

Terminé de afeitarme y mientras ajustaba mi corbata, inspeccioné en el espejo mi atuendo. Por norma general, mi no suelo estar animado y relajado antes de un congreso. Siempre son aburridas y soporíferas. Pero en esta ocasión es distinta, el enclave de esta reunión está en tu ciudad. Y después de tantos años de amistad invisible, al fin podré verte en persona. Porque es lo único que nos falta, tomarnos unas cervezas frente a frente hablando como siempre lo hemos hecho. 

En el taxi, recibí un mensaje tuyo. En él me preguntabas si no me importaba que nos acompañase una amiga tuya. Respondí rápidamente, "cuantos más, mejor". Sonreí ampliamente, esa faceta tímida y reservada tuya, es nueva para mí. Aunque no es reprochable, puedes que pienses que sea un pervertido o alguien que envió fotos de otra persona para ocultar un aspecto físico completamente distinto de lo que te mostré Como si de una cita a ciegas se tratase, al pensar eso, no pude evitar soltar una leve carcajada. No, seguramente tenga planes con esa amiga después de nuestro encuentro.

Miré el reloj con impaciencia, el tiempo transcurre muy lentamente en este tipo de reuniones. Pero cuando tienes un compromiso justo después, hace la espera insufrible. Menos mal que el punto de encuentro no se encontraba lejos. Según tus indicaciones, apenas dista de unos diez minutos a pie. Si mis cálculos no fallan, tengo tiempo de sobra. Por un momento me surgió la duda de que no aparecieses. Volví a reírme de mí mismo, si eso ocurría, tampoco podría reprocharte nada, aunque me decepcione el perder la oportunidad de conocerte en persona.

Llegué a la cafetería antes que tú así que elegí una mesa donde podría ser visible desde cualquier lugar de la plaza. Una vez servida mi consumición, te busqué entre todos los transeúntes no tardé en reconocerte. Caminabas hacia mí semi oculta tras tu amiga. Por tu expresión, parecías dudar si era yo o no. Sonreí levemente y fui a tu encuentro y te saludé con un par de besos en las mejillas. Noté que tu cuerpo se tensó levemente. Puede que te haya incomodado tanta familiaridad, así que me sentí violento por hacerte sentir así. No lo entendí, después de hablar durante tanto tiempo, te consideraba una gran amiga pero al parecer, no es recíproco.

Intenté romper el hielo hablando de todo cuanto se me ocurría, desde el tiempo hasta las misivas de prensa. Evité mirarte fijamente para no incomodarte más, empecé a tener la sensación que no querías estar aquí y que en el fondo accediste a verme por pura cortesía. Tras terminar nuestras cervezas, tu amiga propuso dar un paseo, posiblemente, en un intento de romper el hielo y hacerte arrancar.

Durante el paseo, tu actitud no cambió y comencé a molestarme. Intenté hacerte reaccionar, pregunté por cualquier cosa que veía de la ciudad, pero tu compañera era la que hablaba por ti. Cuando al fin te animaste a hablar. Me sentí molesto porque parecía que tenías prisa por librarte de mí. Decidí adoptar mi actitud y responderte con monosílabos y rehuyendo tu mirada. Puede que haya sido una actitud infantil de mi parte. Pero a esas alturas ya me sentí estúpido y fuera de lugar.

Tu amiga decidió irse por su cuenta e insistí que no lo hiciera porque temí que una vez se haya marchado. Te volverías más hermética y distante... si cabe. Pero finalmente se marchó y mi malestar creció. Desde luego puedo decir que me decepcionaste, no eras esa amiga dicharachera con la que sentía que podía hablar de lo que fuese, incluso te confié confidencias que amigos de toda la vida, desconocen.
Puede que sea porque te diste cuenta de mi estado de ánimo o que quisieras recuperar esa imagen que siempre tuviste aunque ahora dudo, pero intentaste iniciar una conversación. Como si quisieses empezar de cero, pero me sentí bastante malhumorado como para seguirte el juego. Yo no te mostré una fachada y ahora me siento traicionado.
Quise echarte en cara tu distanciamiento, tu cambio de actitud hacia mí. Pero lo descarté al momento. La culpa fue mía por creer que se podría gestar una amistad a base de teclado y pantalla.

Un trueno resonó en la distancia y comenzaron a caer las primeras gotas de una inminente tormenta. No tenía sentido permanecer a tu lado por más tiempo. Está claro que yo buscaba a mi amiga y no la encontré. "Parece que va a llover, hasta luego" te dije lo más cortés que pude y me despedí con un par de besos de cortesía.
Me metí las manos en los bolsillos de mi cazadora y caminé en dirección opuesta a la tuya. Antes de doblar la esquina, tuve el impulso para mirarte una vez más. Para pedirte explicaciones o simplemente verte por última vez. Pero el orgullo me pudo y decidí no hacerlo, porque seguramente fuese tu espalda huyendo de mí todo lo deprisa que pudieses. Al fin de cuentas, me has demostrado que en realidad eres una completa desconocida.

Llegué al hotel sintiendo un gran peso sobre mis hombros. Me tiré en la cama cual largo era y cerré los ojos. Sin poder evitarlo, rememoré nuestras conversaciones, intenté borrarlos de mi memoria. No entiendo tu actitud. ¿No hubiese sido más sencillo inventarte una excusa para no vernos y seguir como hasta ahora? Pero dentro de lo que cabe, me sentí aliviado porque menos mal que solo somos amigos. ¿Qué hubieses hecho conmigo si hubiese habido sentimientos de por medio?
¿Por qué has hecho esto? ¿Por qué...?


jueves, 16 de julio de 2015

Averno

 El frío me despierta, miro a mi alrededor desconcertada. Es mi habitación, reconozco el mobiliario a pesar de la penumbra. No obstante, parece distinto. Enciendo la luz de la lamparilla. Todo a mi alrededor está viejo, descuidado y sucio. Es como si estuviese abandonado por décadas. Parpadeo con extrañeza y cuando vuelvo a fijarme, todo está como siempre.

Siento la garganta seca y voy a la cocina para beber. Al segundo trago, noto en el agua una textura espesa y sabor férreo. Miro al grifo y del él sale un chorro viscoso de sangre casi coagulado. Las náuseas arquean mi cuerpo e intento vomitar lo ingerido sin éxito. Miro el fregadero y el agua que se desliza por el desagüe es cristalina.
Cierro los ojos con fuerza e intento volver a la realidad, estoy convencida que esto es un sueño, pero no consigo despertar.

La paredes crujen y se agrietan, el techo se resquebraja y cae sobre mí, trozos de escombros. Instintivamente, me quedo en cuclillas e intento proteger mi cabeza con ambos brazos. Un par de pedazos caen sobre mí y gateo para ponerme a salvo bajo la mesa. El ruido cesa y con precaución, salgo de mi refugio para observar lo que temía... No hay rastro de lo que acaba de ocurrir, otra vez todo es normal y tranquilo. No obstante, algo recorre mi mejilla, repaso con los dedos la sien y compruebo que hay sangre en ellos.

Voy al baño par a curar la herida. Me miro en el espejo, por suerte la herida es superficial pese a que la sangre brota de forma alarmante. Con mano temblorosa abro el grifo mientras contengo el aliento con temor, exhalo ruidosamente al ver que solo sale agua corriente.
Tras refrescarme la cara, saco del armario algodón y un antiséptico. Al cerrar la puertecilla veo en el espejo un rostro marchito, pútrido y casi momificado.
Lanzo un alarido desgarrador al reconocerme mientras me alejo caminando de espaldas para apartarme de tan espeluznante imagen.

La sensación de peligro activa mi instinto. Debo salir de aquí, buscar ayuda y encontrar una explicación. Salgo al pasillo y emprendo una carrera desbocada hacia una puerta que se aleja a cada paso que doy.
El suelo se vuelve inestable, es un lodo negro y fétido que aprisiona mis piernas. Después de unos pocos pasos, estoy inmovilizada. Intento gritar con todas mis fuerzas con la esperanza de ser escuchada. Pero la impotencia y desesperación me domina al comprobar que, pese a mis esfuerzos, no sale sonido alguno de mi garganta.

Todo a mi alrededor comienza a arder. Unas llamas azuladas me rodean peligrosamente, pero no despiden calor. Por fortuna, esas llamas convierten el lodo en cenizas y me libero. Vuelvo a reunir fuerzas y corro con desesperación. En esta ocasión, consigo llegar la puerta y tras abrirla con violencia, cruzo el umbral.
Me aferro con ambas manos al pomo mientras mi cuerpo se balancea y mis piernas patalean sobre el vacío abismal que me esperaba al otro lado. Llorando de impotencia, consigo columpiar mi cuerpo para que la puerta me acerque hacia el suelo del lugar del que estaba huyendo. 

Permanezco de rodillas mientras golpeo con los puños al suelo al ritmo de mi corazón desbocado. Pero inmediatamente me paralizo y agudizo mis sentidos hacia la oscuridad que dejé a mis espaldas pues de allí sale un gruñido gutural que araña mi espalda como una daga candente.

Ignorando mi deseo de intentar huir de nuevo porque ya he comprendido que es imposible. Me doblego ante los acontecimientos y me pongo en pie mientras me giro para escudriñar la oscuridad.

- ¡No puede ser!.
Musito al reconocer la silueta que sale de las sobras lentamente y con porte amenazador. Unos ojos amarillos y llameantes me traspasan hasta el alma. Su rostro se me antoja hermoso y horripilante. La sonrisa que me dedica me provoca pavor y osadía. Y su musculoso y velludo cuerpo me incita lascivia y repulsa, todo a la vez.
Le reconozco al instante, aunque es una aparición fragmentada de todas y cada una de sus descripciones y unificadas perfectamente en un solo ente.

- ¿Qué quieres de mí? - Me sorprendo a mí misma por formular aquella pregunta involuntaria.
- Cobrar mi deuda - Contestó Belcebú con incontables y guturales voces unísonas.
- Yo no te debo nada. ¡Déjame!
- ¿Co-cómo? Yo nunca te he...
- ¿Qué creías? - me interrumpió con voz cruel y entonación burlesca - ¿Que no he contabilizado las veces que me has invocado? Pues aquí estoy.
- ¡Mentira!

Me lanzó una sonrisa fría y horripilante. Y sin ningún movimiento, se paró ante mí en el transcurso de un parpadeo. Posó su dedo índice sobre mi frente y visualicé con cortas secuencias las innumerables ocasiones en las que dije: "Vendería mi alma al diablo por..."
Le miré suplicante, quise explicarme, quise decir que era un modo de hablar que yo... Pero no me dio alternativa.

Atravesó mi pecho con sus afiladas y negras uñas. Me arrancó literalmente el corazón mientras mi cuerpo caía con una lentitud irreal. Mi mirada opaca se centró en su mano que sostenía mi órgano vital aún latente. Su risa voraz y despiadada resonó en mi cabeza, primero estruendosamente y después más mitigada a medida que la más absoluta nada y oscuridad sustituyó mi sesgada existencia.



martes, 28 de abril de 2015

Declive

La claridad que se cuela entre las aristas de la persiana me despierta. Aún desorientado me incorporo con malestar debido a los músculos entumecidos. Siento la lengua pastosa, con regusto a tabaco y alcohol. Aún así, siento la necesidad de fumar y cojo la cajetilla que está sobre la mesilla. Miro con desdén el espejo de bolso que está a su lado donde quedan restos de un par de rayas de coca.

Bajo la mirada y con vergüenza miro mi miembro viril flácido. Se me antoja ridículo e inútil tal cual mi estado de ánimo. Un leve movimiento y un murmullo ininteligible capta mi atención. Miro con desazón a una mujer que bien puede doblarme la edad y que duerme profundamente exhibiendo su cuerpo de modo soez. Para nada mi estilo de mujer, para nada encaja entre mis cánones de belleza. Pero aquí estoy, con la misma sensación de cada mañana y con distinta mujer. Empiezo a sentir asco de mí mismo mientras me pongo mi reloj de oro, abotono mi camisa de seda hecha a medida, calzo mis pies con zapatos de piel... 

Voy al baño. Tras refrescarme la nuca, empiezo a despejarme. Me miro un instante en el espejo y sonrío. Puedo ver a un triunfador, seguro de sí mismo. Con un atractivo capaz de hacer que cualquier mujer pueda caer rendida ante mis encantos. Pero esa imagen es un espejismo, me centro en los ojos, mis ojos y me veo tal cual soy, no puedo ni quiero reconocer a quien se muestra ante mis ojos. En ellos, se refleja mi verdadero yo. Un fracasado que se vende a las mujeres para obtener toda satisfacción material que anhela. Un maldito cobarde y vago incapaz de mantener un trabajo respetable porque no sabe hacer nada útil. Un chico de barrio marginal que vendería su alma al diablo para renegar de quién es. 
El deseo de negación se aloja en mi estómago y vomito. Arrojo de lo más profundo de mis entrañas la vergüenza, frustración y asco de mí mismo. Vomito hasta que, paradójicamente, la sensación de vacío es completa.

Regreso al dormitorio y termino de vestirme. Carraspeo un par de veces logrando mi intención, la mujer se despierta. Me mira con una sonrisa amplia y sincera. Se levanta envolviendo su cuerpo con la sábana y le sonrío. Le sonrío de modo que ella sienta complicidad entre ambos, aunque en realidad, mi sonrisa es en agradecimiento por cubrir un cuerpo tan mal agraciado.
Ella saca una generosa cantidad de dinero y lo introduce en el bolsillo de mi pantalón. Aprovecha el gesto para presionar mi muslo y me veo obligado a besar esos labios resecos.
Tras concretar una próxima cita, me marcho de allí luchando con la tentación de no hacerlo corriendo.

Llego a mi sucio, maloliente y pequeño apartamento. Mi hogar, por llamarlo de algún modo, es una sátira de mí mismo. Exteriormente en un emplazamiento de lujo, interiormente... lo que realmente soy... Un despojo humano.
Como cada día, juro que esta vez, será la última. Como cada día, cuento el dinero pensando en cómo gastarlo. Como cada día, me siento en el borde de la cama mientras mis manos juguetean con un pedazo de cuerda y mantengo la mirada fija en la viga que atraviesa el techo. Como cada día...
Me subo en la silla y ato la cuerda en la viga dejándome hipnotizar con su vaivén y espero que aparezca el valor que necesito para terminar con mi decadencia.  Como cada día y sin lograrlo, veo la única salida ante mí.
Sé que no hay otra opción pues si no lo hago hoy, mañana, como cada día.. volveré a reincidir.