viernes, 31 de mayo de 2013

Debo decir adiós

¡Qué difícil es despedirse de alguien cuando no te puede oír!. Y ahora, que ya nunca te volveré a ver, los recuerdos bombardean mi cabeza sin cesar. Son tantos y tan variados... como cuando nos conocimos en el jardín de infancia ¿recuerdas?, tú me franqueaste el paso, yo me enfadé muchísimo y te mordí el brazo. Nos peleamos con la seriedad que dos críos se pueden pelear y nos castigaron mirando a la pared. Al principio nos culpábamos mutuamente, después, comenzamos a hablar y bromear. Así fue el nacimiento de nuestra amistad y fue así como nos convertimos en los mejores amigos que jamás tuvimos.

Me enseñaste a montar en bici porque yo no tenía y a cambio, te enseñé a trepar los árboles. Pinté en tu primera escayola y las posteriores, que fueron muchas. Aunque reconozco que también fui la causante de alguna que otra a causa de mis ocurrencias de "Tarzán". Éramos unos "salvajes" como solían llamarnos los adultos. Siempre ideábamos alguna trastada que terminaba en arañazos, heridas, moratones y posteriores cicatrices que ahora observo con añoranza y siempre me provocan una leve sonrisa.

Crecimos juntos, nos aguantamos mutuamente durante esa edad tan difícil de la adolescencia. Mi rebeldía y tu pasotismo, convivieron en simbiosis y uno calmaba el exceso del otro.
Conocimos por separado el primer amor junto a la primera desilusión. Aunque a veces, encontramos incomprensión por nuestra amistad y se alejaron de nosotros, por querernos separar y negarnos a ello. ¿Recuerdas?; "Un chico y una chica, no pueden ser solo amigos, tarde o temprano habrá algo más".
¡Cómo nos divertíamos provocando habladurías! Creando situaciones de doble sentido y sentarnos a esperar que llegasen los cotilleos. Y mantuvimos ese juego que ya ni recuerdo quién empezó, sobre cortejarnos el uno al otro y nunca llegar a dar el paso definitivo.
Porque yo sabía, al igual que tú, que nuestra amistad era fraternal, Aún suelto alguna carcajada que otra cuando te recuerdo preguntándome si te quería, yo te respondía que muchísimo, como una hermana a su hermano. Entonces, extendías los brazos y con esa mirada tan característica tuya, que tanto te funcionaba con las chicas, exclamabas; "Venga Princesa, ¡viva el incesto!" Entonces te abrazaba y rozando tu nariz con la mía, sonreía con malicia y te respondía con tono aleccionador: "Nunca funcionaría y lo sabes". Entonces, me dabas un toquecito en la nariz y me respondías, tras un beso en la frente, "Eres mala, pero eres mi Princesa"

Ambos nos apoyamos y consolamos mutuamente en nuestras penas y errores. Ejercíamos por turnos, el rol de "Pepito Grillo", intentando aconsejar con todo lo que nuestra joven experiencia podía, aunque al final hacíamos lo que nos venía en gana.
Siempre podíamos contar el uno con el otro para hacer aquello que que recuerdo con más cariño: Escuchar, nunca reprochar y animar si es necesario.

Estuviste conmigo en el momento más duro y difícil de mi vida, mi etapa más sombría y oscura. No te separaste de mí. Aunque sabía que te preocupabas mucho y temías por mí, yo quería estar sola y te apartaba de mi lado, pero nunca lo hiciste.
Lloré, lloré muchísimo entonces y tú lloraste conmigo. Tanto, que me sorprende que aún me queden lágrimas.
Ahora, después de tanto tiempo, entiendo tu sufrimiento y preocupación. ¡Cómo desearía decirte que sin ti, no lo hubiese superado y por eso, te estoy agradecida!. Pero ya no puedo, ni podré jamás...

Fuimos más que amigos, juntos éramos un todo, tú cuidabas de mí y yo de ti. Recuerdo  que, por tu forma de ser, tan liberal, tan sincero, directo y a la vez hermético con el resto, hizo que todos se quisieran apartar y no querían contar contigo llegando incluso a hacerte vacío.
Incluso me condicionaban para que no me excluyesen a mí también. Nunca lo permití y me enfrenté a ellos. No tuvieron más remedio que aceptarte porque sabían que a donde yo fuese, tú también irías. Eso sé que me lo agradeciste aunque nunca me lo dijiste, al menos con palabras.

¿Por qué eras así?, ¿por qué te empeñabas a dejar que los demás tuviesen una imagen de ti tan superficial, tan arrogante y exasperante?. Me lo dijiste una y mil veces y hasta ahora no lo entendí. Todo eso te daba igual, no te importaba la idea que tenían de ti, tú sabías que estaban equivocados y dejaste que creyesen lo que quisieran. Porque... "No es asunto mío, el problema lo tienen ellos". Cierro los ojos  y puedo oír tu voz pronunciando esta frase.
Yo sé cómo eres realmente, como fuiste. Conozco tu interior a la perfección, esa imagen falsa que tenían de ti era solo un espejismo, tenías algo más puro. Eras más auténtico de lo que jamás podrían imaginar. Pero ese interior, solo lo compartiste conmigo porque yo tenía la llave para acceder hasta ahí y sé que esa llave la tenía, porque tú quisiste dármela. Sé que eso era lo único que te importaba.

Tú me aceptabas tal y como era y me animabas a continuar con los sueños que construí verso a verso, palabra por palabra, pero que mantuve en secreto en un cajón cerrado porque nadie lo comprendía, solo tú. Cada vez que alguien me decía que renunciase a mi sueño por ser "ilusiones infantiles", ahí estabas tú, para darme la mano y ayudarme a dar un paso más.
Aunque reconozco a veces te odiaba con toda mi alma, porque entonces no entendía tu modo de ayudar. Como cuando leíste mi primera novela y me dijiste "Menudo ladrillo que has escrito, no entiendo cómo has podido hacer esto y sentirte orgullosa. ¿Sabes? tú lo puedes hacer mejor, si no arreglas esta "mierda infumable" nunca serás escritora".
Pero, aunque han pasado más de veinte años de eso, ahora estoy de nuevo en ello y lo conseguiré, Tarde lo que tarde y cueste lo que cueste, eso te lo juro por nuestra amistad.

Te gustaba como era yo, una cabra loca llena de proyectos e ilusiones, empeñada en cambiar el mundo usando como armas los abrazos y besos. Cantando a pleno pulmón si me apetecía, siempre sonriendo aunque por dentro estuviese rota. Pero mis heridas solo las conocías tú y se cicatrizaron a base de llorar desconsoladamente, siempre entre tus brazos.

¿Y tú? eras un "chulovaina" (¡cómo te reías cuando te llamaba así!) renegabas del amor, decías que eso era cadenas y prisión que acabarían por destrozarte. Siempre te mantuviste ajeno a los sentimientos odiabas las "pasteladas" como lo solías llamar.
Pero a pesar de todo, de vez en cuando encontraste problemas por eso. Cuando llamaban para reclamar explicaciones o te insultaban por tu manera de actuar, yo te defendía. Porque eso sí, siempre dejaste bien claro a todas las chicas que conociste y con las que estuviste, cuáles eran tus verdaderas intenciones. Con tu frase mítica de "Yo cuando voy de buffet libre, no repito plato", que fue lo más comentado por los compañeros de clase y el barrio. ¿Y qué? el mensaje era más que claro y fuiste sincero con todas. ¿De qué se quejaban después?, siempre la misma cantinela de creer que eran las "elegidas" que al fin te harían encender la chispa del amor, (supongo que notas mi sarcasmo en esta última frase, jejeje) en fin, también nos reímos mucho con esas situaciones...


Cuando crecimos, la vida nos separó. Ambos tomamos direcciones opuestas y el paso del tiempo, borró nuestras huellas. Los recuerdos de la infancia y juventud, fueron suplidos por los problemas y preocupaciones de nuestra vida adulta. Y me duele reconocer que apenas tuve tiempo para recordarte.

Hasta que el destino, que es tan caprichoso, hizo que nos volviésemos a reencontrar. Me sentí tan feliz por recuperar a mi querido amigo, fue como si una parte que tenía olvidada, una parte de mi vida, resurgiera de nuevo de un  profundo letargo.
Y aunque, lo siento pero esto sí es un reproche, yo me mantuve fiel a tal y como soy, tú habías cambiado. Bueno, cambiaste tu actitud hacia mí. No sé qué te ocurrió o por qué lo hiciste. Pero no fuiste el de antaño, no me trataste nada bien, fuiste cruel e hiriente y muy vengativo porque rechacé algo que sabías que no tenías derecho a pedir. Era nuestro juego, siempre fue un juego inocente, pero tú quisiste ir más allá. Querías solventar aquello que consideraste un "asunto pendiente".

Y aunque al principio acepté, porque te lo digo sinceramente, también sentí curiosidad. No debí aceptar tu proposición tan rápidamente porque estaba llena de dudas. Y cuando rectifiqué, ya no tenía a mi gran y querido amigo delante, en ese momento fuiste un gran desconocido.
Comenzaste a echar en cara todo cuanto hiciste por mí, ¿qué querías, que te pagase así por todo lo que hiciste por mí?  No sé por qué lo hiciste, porque ese no eras tú, tú no eres así.
Me enfadaste, me pusiste furiosa y me decepcionaste. No quise saber más de ti, quise borrarte de mi vida y mi memoria para siempre. Y casi lo consigo, pero no lo permitiste.

Te mostraste arrepentido, quisiste enmendar el error. Pero me conoces, sabes lo terca que soy cuando me dejan el orgullo herido y lo difícil, por no decir imposible, que resulta hacer que ceda o cambie de opinión.
Aún así, muy lentamente comenzaste a destruir poco a poco y ladrillo a ladrillo, el muro que construí para mantenerte lejos y desterrado de mi vida. Y aunque aún recelosa, te vigilaba sin terminar de confiar en tus verdaderas intenciones y dejé que te acercases poco a poco como una amistad recién adquirida. Hasta que muy levemente, comencé a creer que podría recuperar a mi mejor amigo e incluso, comencé a barajar la posibilidad de hacer borrón y cuenta nueva. Porque, tras quitar el velo tupido de resentimiento que puse sobre ti, podía ver durante escasos instantes, a tu verdadero yo, al que quiero como nadie entiende de qué modo lo quiero.

¿Y ahora?, no entiendo el por qué la vida nos hace esto. ¿Por qué quiso volver a unirnos para separarnos de nuevo y de esta forma tan cruel y dolorosa? ¡No es justo!.
Esta forma de la que te has ido... ¡Te lo dije, lo sabía!, siempre tuve ese temor. Tú te reías de mí cuando te confesaba mi miedo y preocupación. Siempre odié tu pasión por las motos, son peligrosas te dije ¿Cuántas veces te lo dije? infinitas.
Y eso es lo que acabó contigo, como yo predije y tú ignoraste.
¿Por qué ahora? Cuando empecé a creer que podríamos ser los grandes amigos que fuimos, que podría olvidar esa estupidez y que todo pudiese ser como antes. Porque aunque no quise admitirlo abiertamente, eres parte de mi vida y eres responsable de lo que fui y soy.

Pero recibí aquella llamada telefónica en plena noche... ¡No podía ser, no podía ser real!, Mi mente se bloqueó, me resistí a creerlo. Cerré los ojos con fuerza deseando poder despertar de aquella pesadilla. Pero fue imposible, porque es la realidad, la realidad en su estado más cruel y ruin. Tu hermano me lo repitió varias veces, acongojado a causa de mi reacción.
Pero es cierto, te has marchado para siempre y no vas a volver.

Lloré, lloré hasta quedarme sin lágrimas. Todos los recuerdos, todos los momentos juntos... los reviví en sueños y los recreaba en mi mente cuando estaba despierta. Y así durante días, incluso llegué a pensar que podría ser alguna de tus odiosas bromas pesadas, deseé que fuese eso.
Porque aún queda un asunto pendiente entre nosotros, siento un terrible remordimiento por no decirte a tiempo que ya te había perdonado, que estaba dispuesta a darte una segunda oportunidad para volver a ser lo que fuimos, los mejores amigos y que te quería, te quiero muchísimo, aunque no como muchos entendería. Porque esta forma de querer, solo ocurre una vez en la vida y no en todas las vidas ocurre.
Quise decirte que mi recelo y hermetismo, no era otra cosa que una prueba que te impuse para que demostrases hasta qué punto estabas interesado en recuperar la amistad. Quiero creer, necesito creer que, aunque no pude decirlo, tú ya lo sabías. Siempre tuviste esa habilidad conmigo ¿recuerdas?, sabías todo cuanto pensaba con solo mirarme a los ojos. Pero ya no puedo verte, es demasiado tarde.

Fuiste una parte de mi vida, conociste todos mis secretos, miedos e ilusiones. Sabías lo que sentía o pensaba incluso estando separados. Fuiste mi apoyo y también tengo que decirlo, durante un tiempo y no hace mucho de eso, fuiste mi tormento. ¿Pero, qué hermanos no se pelean? Porque eso eras para mí, no solo un amigo, eras como un hermano, mi otra mitad.

Pero, te has ido y no volverás, debo asumirlo, debo aprender a hablar de ti en pasado, aunque me duele profundamente y las lágrimas luchan por salir. Te has ido, lo debo recordar constantemente porque no puedo ni quiero creerlo. 

Y te doy las gracias, me dejaste tu legado. Aprenderé a vivir como tú lo hacías. A ser yo misma, sin máscaras, sin dejarme llevar por las normas del aparentar. A sentirme orgullosa de como soy sin importarme lo que los demás digan o piensen. Voy a levantarme cada mañana dispuesta a disfrutar el momento, hasta el último segundo.
Me has enseñado que, todos tenemos fecha. Puede ser dentro de muchísimos años u hoy mismo. No pienso volver a desperdiciar mi tiempo en banalidades. Voy a vivir y disfrutar de cada día, porque ahora sé que cada minuto es un regalo. Voy a coger tu ejemplo y ser yo misma, como solías decir: "Si actúo como los demás esperan que debo actuar, entonces, nunca tendré tiempo para vivir la vida que quiero"
Sé que estás cerca, te siento muy dentro. Si cierro los ojos, puedo escuchar tu voz llamándome, te escucho decir "Princesa..."
Nunca te olvidaré, jamás lo permitiré porque sería como olvidar una parte de lo que fui. Pero... tengo que avanzar.


Y ahora, mi querido amigo, mi hermano... He de coger una nueva llave y girarla, debo cerrar la puerta para poder continuar. Con tristeza y dolor, debo hacerlo... Debo decirte adiós.

10 comentarios:

  1. Es precioso!! y muy valiente, cuantos hay y habrá que no se atrevan a decir lo que sienten una vez la persona se ha ido, no por cobardia sino por el dolor que causa el hacerlo. Me has puesto los pelos de punta.

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    1. Muchísimas gracias. Entiendo perfectamente lo que quieres decirme y me conoces bien. Sabes el difícil trago que ha sido completar este relato y lo que he tardado en decidir a escribirlo.
      Bechotes.

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  2. Por lo menos se había ganado el perdón antes de marcharse, su recuerdo no se verá empañado por rencores y enfados sin superar.

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    1. Muchas gracias por leerme. Sí, se ganó el perdón y mi querido amigo me conocía bastante bien. Sé que se marchó sabiendo eso, me conocía muy bien.
      Bechotes.

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  3. Te aseguro mi estimada Sylvia que tu amigo sabe que todo esta perdonado, el amor aunque sea en forma de amistad es amor y eso mi querida amiga va mas alla de la muerte, la muerte y es lo que yo creo solo es un hasta luego jamas un adios, asi que ten por seguro que tu amigo te seguira cuidando alla donde este y cuando vayas a hacer algo y dentro de ti escuches una vocecita que te dice ni se te ocurra!! Cambia de direccion porque seguro que es un angel llamado???? Que te sigue cuidando.
    Me has echo llorar y eso no te lo perdono,, jejeje broma.
    Snto mucho lo de tu amigo Sylvia, cuidate mucho y mucho animo corazon.
    Perdon por las faltas de ortografia pero te escribo desde el movil y no se donde estan los acentos ni nada, en fin muchos besos compañera.
    Vicente Devesa.

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  4. Ufff, muchísimas gracias. Que mi escrito haya sido capaz de emocionarte es el mayor de los halagos. Y más aún que me consideres compañera.
    Tuve este relato mucho tiempo en el tintero y nunca encontraba ni el momento ni las fuerzas para acabarlo. Pero tenía que hacerlo, se lo debo por tantos años de amistad.
    Gracias, muchas gracias, de corazón. Bechotes sevillanos.

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  5. Muy emotivo y me hizo sentir identificada. Me emocionó más ahora que sé que no es ficción.

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    1. Si se quiere de verdad, siempre se halla el modo de poder despedirse y decir lo que quedó pendiente.

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