Tres horas pasaron de la media noche, el local estaba rebosante y reinaba buen ambiente. Bailé como solía hacer, embriagándome con el son de la música mientras contorneaba mi cuerpo de modo insinuante. Me encantaba la sensación de ser observada para ignorar seguidamente las miradas que me dirigían. Cerca de cumplir los veinte años, sentía que tenía el mundo al alcance de las manos y podía hacer lo que me apetiera y cuanto quisiese.
La música cambió de estilo y me dirigí al rincón donde estaban sentados algunos de los amigos que formaba el grupo con el que solía salir.
La música cambió de estilo y me dirigí al rincón donde estaban sentados algunos de los amigos que formaba el grupo con el que solía salir.
Sirvieron nueva ronda de cerveza, alguien pidió por mí y me limité a alzar el botellín para agradecer la invitación sin dirigirme a nadie en particular, mi vecino del segundo, se apresuró para notificar la autoría de dicho gesto. Tuvimos una breve y banal charla, quise reunirme con algunos compañeros de clase que vi en la pista de baile y dejé la bebida sobre la mesa, alargué el brazo de tal modo que dejé que el tirante de mi vestido se resbalase de mi hombro. Puede que fuese por inercia o que no se pudo contener, pero él lo colocó en su sitio mientras me acarició disimuladamente con el pulgar. Le miré fugazmente y me erguí zozobrada. "Tengo ganas de ti" me susurró al oído. Sonreí halagada y con timidez, me incliné hacia delante para coger mi bebida de nuevo y así ocultar el brillo de satisfacción con un ápice de malicia que apareció en mis ojos al mismo tiempo que dejaba mi escote al alcance de su mirada.
Después de varias semanas de coqueteos inocentes y sutiles insinuaciones, al fin entró en mi terreno y decidió a dar el paso. Me encantaba que pensasen que son ellos los que se lanzan.
La velada transcurrió como cualquier salida, nadie podía darse cuenta de lo que se avecinaba entre nosotros, era parte del juego... mi juego.
Nos dispusimos a regresar cada uno a sus respectivas casas. El grupo se iba desgranando poco a poco a medida que recorrimos las calles. Hablamos todos, mezclando conversaciones de exámenes, trabajos y planes para una nueva escapada colectiva.
Cuando llegamos a nuestro portal, me despedí de todos con un par de besos de cortesía en las mejillas, dejando a mi vecino el último a propósito y acepté su invitación con la mirada antes de entrar en mi piso y desaparecer en su interior.
Cuando llegamos a nuestro portal, me despedí de todos con un par de besos de cortesía en las mejillas, dejando a mi vecino el último a propósito y acepté su invitación con la mirada antes de entrar en mi piso y desaparecer en su interior.
Permanecí en silencio con la espalda apoyada en la puerta, pude escuchar sus pasos al subir las escaleras hasta que reinó el silencio. Fruncí el ceño molesta ante el desplante, él sabía que estaba sola en casa, era una oportunidad imposible de rechazar. Ya me disponía a acostarme, cuando volví a escuchar sus pasos, esta vez descendiendo rápidamente. Llamó a la puerta con los nudillos y sonreí con malicia mientras esperaba que volviese a llamar. Mientras giraba el pomo, cogí aire y exhalé lentamente para mentalizarme en el papel que debía interpretar. Abrí la puerta despacio y miré hacia el descansillo con una mezcla de sorpresa y perturbación. Sus ojos azules se clavaron en mí mientras sus labios carnosos dibujaron una sonrisa confidente, todo su cuerpo trasmitía seguridad en sí mismo.
Me dejé llevar hasta el trastero comunitario y atrancó la puerta. Fingí nerviosismo mientras él se apresuró en apartar algunos trastos para poder tirar al suelo, un colchón que allí había.
Me besó con avidez mientras deslizaba sus manos bajo mi vestido para explorar mi intimidad. Cumpliendo con las normas del juego, dejé que él llevase las riendas. Apretó mis nalgas con firmeza para levantarme, crucé las piernas alrededor de su cintura y me llevó hacia el colchón. Nos dejamos llevar arrastrados por el deseo contenido aderezado con los vapores del alcohol. Desinhibidos, nuestros cuerpos se fusionaron en una lucha de lujuria salvaje hasta quedar extenuados y sudorosos.
Nos despedimos al despuntar el alba, una vez sola en mi piso, miré hacia el techo sonriendo como una niña orgullosa de su travesura, mientras el sonido de sus pasos desaparecían un par de pisos más arriba. Me tumbé en la cama quedándome dormida casi al instante.
Al día siguiente, ninguno mencionó lo ocurrido. Continuamos comportándonos como siempre, tanto cuando estábamos en grupo o cuando coincidíamos a solas. Aunque de vez en cuando, sí que le dedicaba breves miradas tiernas o sonrisas confidentes. Al cuarto día, volvió a mi encuentro.
Subí a la azotea para tender la ropa mientras cantaba en voz alta para cerciorarme que me escuchaba, aminoré el paso cuando llegué a su descansillo. Pude adivinar que me espiaba por la mirilla porque una sombra delatadora apareció bajo su puerta.
Una vez en la azotea, continué cantando mientras tendía la ropa, apareció de repente tras una sábana y gesticulando con intención de asustarme. Lancé un chillido para demostrar mi sorpresa ante tan "repentina" aparición mientras me reía aceptando la broma. Se prestó a ayudarme y acepté con una sonrisa cortada mostrando que su presencia me turbaba.
Estaba colocando la última prenda cuando me abrazó desde atrás, comenzó a besarme la nuca y mordisquear el lóbulo de la oreja. Un escalofrío recorrió mi espalda y me estremecí. Nos refugiamos de las posibles miradas curiosas en el antiguo lavadero comunitario, dejado allí como parte de decoración del inmueble o dejadez del casero. Envueltos en la penumbra, devoró mis pechos y jugueteó con mis pezones endurecidos mientras mis dedos desaparecían entres sus negros rizos y le aferré a mi cuerpo. Me hizo girar sobre mi eje obligando a darle la espalda apretándome con su cuerpo, puse la manos en la pared por encima de mi cabeza. Agarró mis muñecas con una mano mientras que con la otra, asía mi cadera apretándola al ritmo de su lujuria. La tosca pared arañaba mi piel y eso aumentó el placer que sentía. El morbo de poder ser descubiertos, incrementó aún si cabía más, el deseo de poseernos como animales. A cada empuje, le suplicaba entre jadeos más y más. Volvió a girarme y me levantó en volandas para sentarme sobre una de las pilas de piedra. Continuó embistiendo casi con desesperación para acceder a mis imperativas exigencias. Llegamos al cenit ahogando un alarido que nunca llegó a salir de nuestro interior. Se apartó de mi cuerpo lentamente mientras me besó en los labios con suavidad. Permanecimos en silencio hasta que el leve temblor que aún sentíamos desapareció por completo.
Regresamos a nuestras casas con un par de escalones de distancia entre ambos, nos separamos en silencio, continué bajando y aún sabiendo que él permanecía en su descansillo viendo como me alejaba, no me giré ni le lancé una última mirada furtiva.
Creo que había pasado poco más de un mes desde nuestro primer encuentro clandestino. Nos comportamos como amantes furtivos, disfrutando del morbo que provocaba aquel secreto. Nadie del grupo habitual o los esporádicos de la academia donde estudiaba y que a veces nos acompañaban, sospecharon nada. Todo estaba saliendo a la perfección, tal y como esperaba. Pero todo se torció...
Fue un sábado por la noche, aquel día no me apetecía salir. Preferí quedarme en casa y ver una película cuyo anuncio me llamó la atención. Cuando emitieron el primer bloque publicitario, aproveché para preparar una cena rápida. Estaba aderezando la ensalada cuando llamaron a la puerta, era mi vecino.
- He visto que tenías luz en casa por el patio de vecinos- dijo mientras mostraba media docena de latas de cerveza.
Le invité a pasar, escondiendo tras una falsa sonrisa, mi malestar por aparecer sin que yo haya provocado ese encuentro. Una cosa era dejar que pensase que dominaba la situación y otra muy distinta que realmente crea que me tiene atrapada en sus redes y aparezca de repente con aires de macho alfa.
Me acompañó a la cocina e inmediatamente se unió a la preparación de la cena. En esta ocasión, mi incomodidad no fue fingida, comenzaba a comportarse como una pareja estable y eso rompía mis reglas.
Comimos en silencio mientras veíamos la película, cuando acabamos la cena, me acurruqué junto a él para estar más cómoda. Comenzó acariciándome el pelo y fue bajando lentamente por mi brazo, llegó al costado y acabó masajeándome el seno. Buscó mis labios y me reclinó sobre el sofá mientras me desvestía lentamente. Derramó un poco de cerveza sobre mi tórax y lo limpió con la lengua desde el pecho hasta el vientre, después subió lentamente mientras separaba mis piernas y acopló su cuerpo al mío.
Le dejé hacer, sus movimientos se me antojaron mecánicos y monótonos. Jadeé en su oído murmurando palabras inteligibles, aunque mis ojos permanecían atentos a la pantalla y clavé las uñas en su espalda cuando estalló, pero mis pensamientos estaban más allá. Mientras él respiraba con dificultad intentando recuperar el aliento, le acaricié la espalda mientras meditaba sobre la certeza que el juego había llegado a su fin. Terminamos con el resto de las cervezas y cuando finalizó la película, fingí estar agotada y algo mareada, accedió a marcharse y le di un largo beso mientras buscaba las palabras adecuadas para decirle cuando surja el momento oportuno.
- He visto que tenías luz en casa por el patio de vecinos- dijo mientras mostraba media docena de latas de cerveza.
Le invité a pasar, escondiendo tras una falsa sonrisa, mi malestar por aparecer sin que yo haya provocado ese encuentro. Una cosa era dejar que pensase que dominaba la situación y otra muy distinta que realmente crea que me tiene atrapada en sus redes y aparezca de repente con aires de macho alfa.
Me acompañó a la cocina e inmediatamente se unió a la preparación de la cena. En esta ocasión, mi incomodidad no fue fingida, comenzaba a comportarse como una pareja estable y eso rompía mis reglas.
Comimos en silencio mientras veíamos la película, cuando acabamos la cena, me acurruqué junto a él para estar más cómoda. Comenzó acariciándome el pelo y fue bajando lentamente por mi brazo, llegó al costado y acabó masajeándome el seno. Buscó mis labios y me reclinó sobre el sofá mientras me desvestía lentamente. Derramó un poco de cerveza sobre mi tórax y lo limpió con la lengua desde el pecho hasta el vientre, después subió lentamente mientras separaba mis piernas y acopló su cuerpo al mío.
Le dejé hacer, sus movimientos se me antojaron mecánicos y monótonos. Jadeé en su oído murmurando palabras inteligibles, aunque mis ojos permanecían atentos a la pantalla y clavé las uñas en su espalda cuando estalló, pero mis pensamientos estaban más allá. Mientras él respiraba con dificultad intentando recuperar el aliento, le acaricié la espalda mientras meditaba sobre la certeza que el juego había llegado a su fin. Terminamos con el resto de las cervezas y cuando finalizó la película, fingí estar agotada y algo mareada, accedió a marcharse y le di un largo beso mientras buscaba las palabras adecuadas para decirle cuando surja el momento oportuno.
Después de un par de días o más, estábamos charlando y fumando sentados en descansillo del portal. Empezó a ponerme al día de sus cosas, asentí sonriente mientras yo me preguntaba el por qué me soltaba ese tostón si no le había preguntado por su vida. Después se interesó por mí y sobre lo que había hecho últimamente. Comenté con naturalidad, que la única novedad era que me había topado con un amigo común en la academia y que, indirectamente, había propuesto vernos a solas.
Me miró a los ojos de forma extraña, creo que buscaba algo en ellos aunque no sabría decir el qué exactamente. Supongo que no encontró lo que quería ver, porque manteniendo la misma actitud que yo pero mal disimulado, preguntó sobre lo que respondí a ese amigo con un tono que parecía exigir que mi respuesta fue una negativa. Encogí los hombros con indiferencia, tuve que luchar por no estallar a carcajadas porque en verdad me estaba divirtiendo con sus aires de "eres mía", contesté con franqueza y sin tapujos que el fulano en cuestión me había llamado la atención y que no me importaría darle lo que me pedía.
Me clavó sus ojos como se mira al infiel, acusándome. Sonreí con sarcasmo y le recalqué hablando pausadamente y tono chulesco, que yo era libre de hacer lo que me apetezca, cuando me apetezca y con quien me apetezca.
Me miró a los ojos de forma extraña, creo que buscaba algo en ellos aunque no sabría decir el qué exactamente. Supongo que no encontró lo que quería ver, porque manteniendo la misma actitud que yo pero mal disimulado, preguntó sobre lo que respondí a ese amigo con un tono que parecía exigir que mi respuesta fue una negativa. Encogí los hombros con indiferencia, tuve que luchar por no estallar a carcajadas porque en verdad me estaba divirtiendo con sus aires de "eres mía", contesté con franqueza y sin tapujos que el fulano en cuestión me había llamado la atención y que no me importaría darle lo que me pedía.
Me clavó sus ojos como se mira al infiel, acusándome. Sonreí con sarcasmo y le recalqué hablando pausadamente y tono chulesco, que yo era libre de hacer lo que me apetezca, cuando me apetezca y con quien me apetezca.
Se puso en pie como si algo le hubiese pinchado, me miró con rabia contenida reprochando que le había decepcionado, se mostró dolido o humillado, vete a saber. Incluso me insultó con los improperios apropiados para la ocasión, me lanzó una última mirada gélida antes de alejarse escaleras arriba y entró en su casa tras un sonoro portazo.
Terminé el cigarrillo tranquilamente mientras analizaba lo que había ocurrido. Pensé que, seguramente reaccionó así porque no quise continuar con nuestros encuentros. A lo mejor, herí su orgullo porque fui yo y no él, quien terminó con ese juego. También puede que interpretase erróneamente mis intenciones. O lo más improbable, que hubiese creído que él era el "elegido", ese idealizado caballero de reluciente armadura que que me enseñaría lo que más anhelaba en secreto... amar y ser amada. Al pensar eso último me dio un ataque de tos provocado por el humo del tabaco y una sonora carcajada.
Sea como fuere, tampoco me importó mucho. No hubo promesas, compromisos o vínculo alguno, no mentí ni engañé. Él sabía como era yo, me conocía perfectamente, sabía sobradamente que no es el primero que entra y sale de mi vida de ese modo. Así que es su problema si creyó otra cosa. Pero bueno, fue bonito mientras duró, eso no lo negaré nunca.
Sea como fuere, tampoco me importó mucho. No hubo promesas, compromisos o vínculo alguno, no mentí ni engañé. Él sabía como era yo, me conocía perfectamente, sabía sobradamente que no es el primero que entra y sale de mi vida de ese modo. Así que es su problema si creyó otra cosa. Pero bueno, fue bonito mientras duró, eso no lo negaré nunca.
Realmente no estoy segura del todo de lo que él pudo pensar o lo que quiso sacar de todo aquello. Puede que ya olvidó aquellos encuentros o como yo, los haya recordado por un detalle vinculante. En fin, tampoco eso es de mi incumbencia.
De lo único que estoy segura y es lo que para mí cuenta, es que ambos disfrutamos y salimos ganando en aquel juego... mi juego.
Me ha gustado, mantienes el ritmo pese a no tener diálogos :-)
ResponderEliminarSeguiré por aquí, te invito a mi blog
Besos
Muchas gracias por leerme.
EliminarSí que carezco de diálogos, es un uso habitual en prácticamente todos mis relatos.
Pero tendré en cuenta tu opinión e intentaré añadirlos en la medida de lo posible.
Bechotes sevillanos.
Tu manejo del léxico es impresionante, me ha gustado pero creo que no has conseguido transmitir del todo la pasión que se supone a los primeros encuentros.
ResponderEliminarMuchas gracias por leerme y por tu aportación. Volveré a reescribirlo para aportar más de lo que carece.
EliminarEs difícil añadir pasión a un momento superfluo para la protagonista. Pero pondré empeño en ello.
Muchas gracias de nuevo.
Bechotes sevillanos.