La lluvia repiqueteaba en el cristal, aunque aún era temprano, apenas entraba claridad en la estancia, lo cual hacía más triste y pesada la mudanza. Tras un profundo suspiro, observó las cajas embaladas y apiladas en un rincón, aún quedaba mucho por empaquetar y el plazo pactado para trasladarse estaba demasiado cerca, apenas tenía tiempo. Podría haber acabado mucho antes, sólo bastaba con aceptar la ayuda desinteresada de sus amigos, pero era demasiado exigente y metódica como para organizar una cuadrilla de voluntarios.
Preparó una nueva caja y tras escribir con un grueso rotulador la palabra "Desván", se dispuso a guardar aquellos objetos de los que estaba segura que no iba a necesitar pero que aún quería conservar.
Apiló sobre su brazo unos ocho libros, disponiéndose a guardarlos, tropezó con una bolsa y todos los libros se desparramaron por el suelo. Chasqueó la lengua con fastidio y comenzó a recogerlos en cuclillas metiéndolos en la caja casi sin mirarlos, pero un libro le llamó la atención, una tira blanca sobresalía de su interior. Curiosa, la cogió con cuidado y leyó su texto cuya caligrafía le resultó familiar:
"No sé si mis lágrimas significan algo pero hoy tengo ganas de llorar. Verano'91".
El corazón se le aceleró y observó el dorso. Una ahogada exclamación salió de su garganta, en su rostro se reflejó sorpresa, nostalgia y tristeza. Era una tira de fotomatón con sólo dos fotografías, por el desgarre de uno de sus extremos era evidente que las otras dos fueron arrancadas, y sabía cuándo y dónde fue, acarició con la yema de los dedos la imagen de dos adolescentes haciendo muecas y riendo ampliamente.
Los objetos del salón desaparecieron, todo a su alrededor parecía haberse esfumado, ahora su memoria se hizo dueña de su albedrío y se dejó transportar por sus recuerdos, el lugar a donde la llevaba su subconsciencia era fácil de encontrar... ¿Quién podría olvidar su primer amor?.
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El periodo estival estaba a punto de finalizar, el parque estaba prácticamente desierto y se oía el trinar de los pájaros mezclado con el sonido del arroyo artificial. El sosiego del lugar se vio bruscamente interrumpido cuando, dos jóvenes montados en una bicicleta bajaron la colina a toda velocidad. El grito triunfal del chico, se ahogaba por los chillidos de la muchacha que, sentada sobre el manillar, suplicaba que aminorase la velocidad. El chico no pudo acceder a la petición porque la rueda delantera se incrustó en un hoyo haciendo que el vehículo frenase en seco y lanzase a los jóvenes por los aires. Ambos rodaron por la ladera girando sobre sí mismos aparatósamente, llegando al final uno sobre el otro. Tras comprobar que ninguno se había hecho daño, ambos estallaron en sonoras carcajadas.
Aún entre risas, el chico desprendió del pelo de la muchacha unas briznas de hierba, estaban muy cerca el uno del otro. Ambos se sumieron en el silencio mirándose a los ojos, fue un instante, pero pareció una vida entera. Los ojos de ella, brillaban como nunca los vio. El muchacho se incorporó rápidamente y, tomando impulso, comenzó a caminar sobre sus manos. La chica lo miraba sonriente mientras se sacudía el barro de los pantalones. Ambos parecían confusos pero ninguno quiso demostrarlo.
Se conocían desde pequeños, compartieron pupitre en la guardería y en la escuela. Siempre estaban juntos, desde la varicela de ella a la que, tras vanales esfuerzos, él nunca llegó a ser contagiado, hasta la hospitalización por una operación de apendicitis de él.
Por eso, este verano era tan especial, era su último verano juntos. Cuando acabasen las vacaciones de verano, ambos iniciarán su nueva vida en el instituto, pero en distintas ciudades. Al acabar el verano, él se marchará.
Se prometieron mutuamente no hablar de ello hasta llegado el momento, el último momento. Y ella hacía grandes esfuerzos por cumplir su palabra. Sobre todo porque, ella sentía un gran dolor al pensar que, su amigo, su gran amigo se marcharía lejos, tal vez para siempre. Pensar que nunca le volvería a ver, le hizo descubrir una cosa que ignoraba: estaba profundamente enamorada.
Y más dolor le provocaba el saber que no podía confesar lo que sentía porque ahora, ya no tendría sentido, no serviría de nada. Sobre todo porque él jamás había dado indicios de sentir algo por ella.
Él había salido con un par de chicas y le contaba sus salidas y rupturas con total normalidad, ella se limitaba a escuchar y aconsejar. Siempre la trató como un "colega" y confiaba a ella todos sus secretos.
Pero ahora estaba confundida, ¿no pareció que la iba a besar?, negó con la cabeza, seguramente sea imaginaciones suyas que trastornan la realidad anteponiendo sus deseos.
Se puso en pie y fue a la linde del lago de los patos, cogió una piedra y la lanzó al agua, tras dos pequeños saltos, la piedra se sumergió. Se mostró satisfecha de su hazaña y repitió la operación mirando desafiante al muchacho. El chico se unió a ella y pronto lo convirtieron en una competición, otra tarde pasó como un suspiro, otro día más había concluido. Regresaron a casa charlando animadamente y planeando la jornada del día siguiente.
Se separaron en el cruce que unía sus calles, como siempre, como habían hecho durante muchos años, pero cada vez, la despedida era más difícil, cada vez costaba más separarse porque ambos sabían que, más pronto que tarde, llegará el adiós definitivo...
(Continuará...)
Obra registrada. Código: 1112130739008
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