La tormenta había llegado a su cenit, grandes rayos dibujaban la noche amenazando desgarrar el cielo. La lluvia caía ferozmente sobre mí. Tengo frío, mucho frío, siento que las fuerzas me abandonan; veo una casa en la cima de una yerma colina. Necesito llegar a ella, presiento que mi vida depende de ello.
Las piernas se niegan a responder, pero debo llegar, la sensación que algo me persigue es cada vez más fuerte, mi sexto sentido me previene de un peligro inminente, el miedo se va apoderando poco a poco de mí. El instinto de supervivencia aviva la escasa fortaleza que me queda. Comienzo a reptar sobre una ciénaga putrefacta, el hedor es insoportable y las arcadas inevitables. Pronto estoy cubierta del fétido lodo que hace de mis ropajes desgarrados, más pesados y dificultan mi avance.
Tras una eternidad, llego al umbral de la ruinosa casona Antaño pudo ser una majestuosa mansión pero ahora parece la antesala del mismo infierno. No tengo alternativa, debo entrar, por alguna razón sé que el peligro me me acecha no osará entrar en esa casa, o al menos, eso deseo creer. Tampoco yo debería, pero no tengo alternativa, algo poderoso invita a mi subconsciente a pasar el umbral.
Extiendo la mano hacia la puerta, antes siquiera de rozarla, se abre de par en par. La madera carcomida cruje ruidosamente cuyo espenuzlante sonido provoca en mí un estremecimiento que me llega hasta el alma.
Empapada, sucia y tiritando, atravieso el enorme hall con pasos cortos e inseguros. La madera cruje bajo mis pies, tengo miedo que mi peso venza la tarima y me trague el suelo, aún así, avanzo hasta las entrañas de la morada.
El interior está seco, pero lo envuelve un ambiente gélido, mis dientes castañean dejando escapar entre ellos pequeñas nubes de vaho. Necesito entrar en calor, una extraña somnolencia provocada por el frío que me cala hasta los huesos, comienza a apoderarse de mí. Estoy hipotérmica y noto como la consciencia empieza a debilitarse, el temor de que sea la Parca el ente que me acecha, comienza a crecer en mí. Presiento que mi final se acerca, quiero llorar de impotencia, pero las lágrimas se niegan a brotar, es tan intenso el miedo que siento, que me anula cualquier amago de sentimiento.
El corredor del piso superior es largo y estrecho, un débil haz de luz que se cuela entre las grietas de la pared, es lo único que ilumina a mi pesar, el avance hacia mi final. A mi avance, emanan decenas de sombras que me rodean. Las veo moverse, parece que quieren atraparme o retenerme, pero cuando fijo la vista en alguna, ésta se paraliza haciendo que me confunda y ponga en duda mi propio criterio, ya no sé distinguir la realidad de la sugestión.
Penetro en una habitación, siento vértigo. El mobiliario de exuberantes tallados sobrecargan la estancia. Los muebles están desproporcionados a mi tamaño, todo lo que me rodea es grande, enorme. Me siento muy pequeña, casi diminuta.
Mi atención se centra en la cama, está cubierta con jirones grisáceos que alguna vez pudieron ser sábanas blanquecinas. Con las escasas fuerzas que me quedan, trepo por sus patas. Me recuesto con la funesta sensación de que me introduzco en mi propio sepulcro.
A pesar de mi estado, lucho contra mí misma para no sucumbir al efecto de Morfeo, pero tras parpadear pesadamente dos veces, la oscuridad se apodera de mí. Ya no oigo ni siento nada, una calma que contradictoriamente me inquieta se apodera de mí. Estoy paralizada, no soy dueña de mi ego.
Siento que una energía maléfica se posa sobre mi cuerpo, mi tórax está aprisionado y me falta el aire. Oigo desde mi interior cómo mis huesos crujen, el dolor es intenso, pero no puedo reaccionar. Con gran esfuerzo consigo abrir los ojos, sólo un poco, lo suficiente para verla...
Está levitando sobre mí, no me toca como pensaba en un principio, pero su energía negativa es tan poderosa, que siento cómo sólo su maldad puede aplastarme hasta romper todos los huesos. Su mirada es tan oscura y profunda que temo mirarla directamente por temor a perderme para siempre en su infinito vorágine. Su boca deforme y alargada está semi abierta, puedo ver cómo mi energía vital es absorbida por las ansias de la vida que carece. Aterrorizada, comprendo que la muerte me ha dado alcance, intenté huir vanamente de su trayectoria sin saber que me dirigía directamente hacia su vil trampa. Pierdo los sentidos, ya no veo, ni oigo, la oscuridad me ha envuelto...
Me incorporo de un grito, asustada miro a mi alrededor, estoy sentada en un prado con la espalda apoyada en un árbol, soñolienta y desorientada miro a mi alrededor, el corazón me late con fuerza. Intento comprender qué me ha pasado, aún tengo el miedo impregnado en mi cuerpo. El cielo tiene un color metálico, amenaza una tormenta.
Me incorporo para así, apresurarme a regresar con una leve sonrisa de alivio en mis labios. Todo había sido un sueño.
Un rayo cae al suelo y parte un árbol en dos. Miro la escena preocupada, mi corazón empieza a latir con violencia, ¿fue un sueño o.... una premonición?.
Obra registrada. Código: 1112040663165
majestuosa,espeluznante,premonición
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