AQUELLA SEMANA
LUNES.
Miré por la ventanilla intentando distraerme con el
exterior, me sentía algo agotada pero aún así, no me apetecía volver a casa
inmediatamente. Pedí permiso a mi compañero para cambiar de emisora y poner
algo de música, ya que la voz del locutor narrando los informativos, me estaba
amodorrando. Él contestó con un leve gruñido que interpreté como una afirmación
y decidir poner algo de música dance.
Inconscientemente, la música comenzó a dominarme y me dejé
llevar. Movía cabeza y brazos al ritmo y murmuraba algo parecido a la letra,
todo lo que mi falta de oído musical y mi escaso conocimiento de inglés, me
permitía. En uno de mis giros de cabeza, percaté que mi compañero, aprovechando
un semáforo, se había detenido y me miraba con una mezcla de sorna y sorpresa.
Yo sentí que se me calentaban las orejas y bajé la cabeza algo avergonzada.
- Llevamos yendo y viniendo juntos al trabajo casi tres
meses y no tenía ni idea que estabas como una cabra.
Le lancé un mohín, él estalló a carcajadas y yo también reí
con ganas. Con el gesto, ambos comprendimos que a pesar de compañeros de
trabajo y coche, podríamos también ser amigos. Me pregunté cómo no me había
dado cuenta que era muy agradable, a la vez que bastante atractivo…
MARTES.
Entré en el restaurante, el dueño me saludó con una sonrisa
y yo le devolví el gesto. Me senté en mi rincón de siempre esperando el
almuerzo. Al ser cliente habitual y como siempre pedía lo mismo, era atendida
casi al momento. Me gustaba la rutina, eso me hacía sentir que tenía el control
sobre mi vida.
Cuando di el segundo sorbo a mi bebida, le vi aparecer. Me
sorprendió, ya que él siempre prefirió almorzar en el área de descanso de la
empresa. Como el restaurante estaba atestado, le indiqué con gestos, que podía
sentarse conmigo. Tuvimos una charla muy amena, hablamos de todo un poco y la
hora de comer se nos hizo demasiado breve. Con malestar, volvimos al trabajo.
MIÉRCOLES.
Estaba enfrascada en mi trabajo, me mordía constantemente
el labio inferior, una manía que tengo cuando me concentro demasiado. Estaba
intentando cuadrar unos asientos contables que se me resistían. Mordisqueé
distraída, un bolígrafo mientras volvía a revisar las facturas. Un aviso se
abrió en la pantalla de mi ordenador, era un mensaje interno, concretamente de
la terminal quince. Lo abrí con curiosidad, nada más leerlo me ruboricé y
levanté la cabeza para mirar al remitente del mismo. Él estaba hablando por
teléfono, posiblemente, intentando convencer a algún futuro cliente.
"Me encanta esa forma que tienes de mordisquear el
bolígrafo, haces volar mi imaginación".
Tamborileé con los dedos sobre mi mesa muy nerviosa. Él
desvió un segundo la vista hacia mí, lo justo para lanzarme un guiño confidente
simulado tras dar un largo sorbo a su taza de café. Sonreí con malicia y decidí
seguir con el juego.
"Eso es porque no sabes lo que puedo llegar a hacer
sentir, con solo mordisquear una oreja"
Le miré disimuladamente, leyó mi respuesta mientras continuaba
sorbiendo el café, abrió los ojos de par en par y le dio un acceso de tos.
Contuve la risa a duras penas y nos miramos como niños planeando una travesura.
JUEVES.
Nuestras misivas cada vez, eran más subidas de tono.
Pasamos de insinuaciones inocentes, a expresar fantasías explicitas y con todo
lujo de detalles. Nuestros dedos sobre el teclado, iban a la velocidad de
nuestra imaginación. Pero todo se quedaba de pantalla a pantalla, porque cuando
almorzábamos juntos, nada de esto hablamos. Y tampoco lo mencionábamos en el
trayecto de ida o vuelta.
Era como si fuésemos personas ajenas, estábamos los
compañeros de almuerzo y recorrido en coche por un lado y amantes cibernéticos
en el trabajo por otro. Ese juego me gustaba a la vez que me excitaba.
VIERNES.
En el trayecto de regreso permanecimos inusualmente
callados. No sabía por qué me sentía tan nerviosa, pero noté que él también lo
estaba. Fui a poner la radio para interrumpir este extraño silencio y él tuvo
la misma idea, nuestras manos se tocaron. Nos miramos un instante, no hizo
falta más, sus ojos decían "¿Quieres?" y los míos respondieron
"Ahora mismo". Cogió el primer desvío para salir de la autovía y nos
metimos en un camino de tierra. En el primer recoveco rodeado de árboles que
encontró, aparcó el coche y apagó el motor.
Se lanzó sobre mí , besándome con avidez y le respondí del
mismo modo. Con una mano me liberaba del cinturón de seguridad, mientras que
con la otra, buscaba en su entrepierna. Él echó el asiento hacia atrás y aún
con la ropa puesta, me senté sobre él restregándome con su miembro viril
completamente erecto, mientras él, devoraba mis pechos como si de un lactante
hambriento se tratase.
Sin parar de saborear mutuamente nuestros cuerpos y
despojándonos de la ropa, nos pasamos al asiento trasero. Se tumbó sobre mí y
me penetró con fuerza, cada embestida, hacía que de mi garganta escapasen
gemidos que suplicaban más, cada vez quería más. Mi estado le excitó de tal
modo que parecíamos animales salvajes, dominados por el instinto primario.
Arañé su espalda desesperada cuando exploté por dentro y crucé mis piernas
rodeando su cintura para atraer su cuerpo hacia mí aún más, aunque físicamente
era imposible.
Se separó de mí para sentarse y me puse sobre él de
espaldas. Le cabalgué despacio, muy despacio, dejando que disfrutase de cada
serpenteo de cadera. Él me besaba la nuca y espalda mientras jugueteaba con mis
pezones. Muy despacio, sus manos dibujaron mi silueta hasta aferrarse a mi
cintura. Clavé las uñas en el reposa-cabezas mientras él, aferrándome más a sí,
marcaba un ritmo cada vez más efusivo.
Se detuvo un instante para hacerme girar y así yo pudiese
seguir cabalgándolo mientras nos besamos casi con desesperación. Lanzó un grito
ahogado y ambos nos aferramos el uno al otro con tal fuerza que no se podía
distinguir el cuerpo de uno u otro. Contraje mis músculos internos para
aprisionarlo a mí, él puso los ojos en blanco.
Sudorosos y extenuados, nos vestimos en silencio y bajamos
las ventanillas del coche para eliminar el vaho que había invadido los
cristales. Agradecimos en silencio, el frescor que sentimos en la cara al
liberar el aire viciado con olor a sexo que dejamos en el coche.
Hablamos algo cortados sobre lo que acabamos de hacer,
ambos confesamos que nunca habíamos hecho nada parecido, pero coincidimos que
había sido el momento más intenso, salvaje y erótico de nuestras vidas.
LUNES (UN MES DESPUÉS)
Estaba de mal humor, en toda la mañana no di pie con bola
en nada. Las cuentas no me cuadraron, me faltaban facturas y mis clientes no
atendían al teléfono. Ya no podía seguir trabajando aquí, después de tres
semanas discutiendo con mi supervisor, al final llegamos a un acuerdo sobre mi
indemnización por finalización de contrato, solo me quedaba terminar esta
semana en la empresa. Ya no tenía sentido quedarse aquí; mi compañero, amigo y
amante, había sido trasladado a otra ciudad.
Nunca repetimos aquella vez, ni volvimos a hablar de ello.
Apenas tuvimos oportunidad, a mí me cambiaron el turno y él se tuvo que marchar
poco después.
Pero me dejó un recuerdo imborrable pues, nunca olvidaré
aquella semana.
Me gusta como escribes. Gracias por compartirlo.
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