La sopa se había quedado fría, me quedé tan absorto al escuchar lo que el anciano me narró, que me olvidé incluso de comer. Tenía que reconocer que había sido una historia bastante buena, ya estaba deseando contárselo a mis amigos. Al pensar en ellos, me invadió el desánimo, la tormenta aún no había remitido. Tendría que permanecer aquí más tiempo contra mi voluntad, pero no tenía alternativa.
El anciano pareció adivinar mis pensamientos, con una sonrisa que se antojó de alivio, se puso en pie y me sirvió un nuevo cuenco de sopa caliente. Agradecí el gesto con un leve movimiento de cabeza.
Mi benefactor se interesó por mí, quiso saber qué es lo que me había traído hasta aquí en una noche como esta. Entre sorbo y sorbo, le expliqué que había quedado con mis amigos para pasar con ellos el fin de semana, que lo haríamos en un refugio que se encontraba más allá del bosque, cerca de un lago. Mi coche se averió y como no disponía de cobertura para avisar y que me socorriesen, decidí atravesar el bosque con la intención de llegar al otro lado antes que anocheciese, pero fue cuando comenzó la tormenta y me desorienté hasta acabar perdido y finalmente le hallé a él.
El anciano se quedó un momento en silencio y pensativo, negó levemente con la cabeza y murmuró algo inteligible, solo pude captar la última frase que hizo que se erizara los vellos de la nuca, "nada ocurre por casualidad, el bosque siempre llama"
La tormenta amainó y consulté mi reloj, aún faltaban dos horas para el amanecer. Me calcé las botas con mucho sigilo, el anciano dormitaba en una butaca. No quise despertarlo por temor que me impidiese salir de la cabaña. Reconozco que ese anciano, me produce más escalofríos que el temor de volver a perderme de nuevo. Tras ajustarme el chubasquero, salí a hurtadillas de la cabaña. La lluvia aún caía, pero apenas con fuerza, eso me despejó casi al instante, aún estaba algo adormilado a causa de toda la noche en vela.
Me introduje en el bosque, pero esta vez, tuve mucho cuidado de no perder de vista el sendero...
Termino de contarme a mí mismo todos los acontecimientos que me han llevado a este momento, siempre lo hago cuando camino sólo. Resoplo ruidosamente, ya hay claridad en el cielo pero el bosque continúa en penumbra y compruebo con gran pesar, que aún me queda un buen trecho. Escucho un sonido lejano, como un siseo. Miro a mi alrededor angustiado, no me muevo ni un ápice y agudizo todos mis sentidos que están a flor de piel. Nada, no ocurre nada, solo puedo escuchar los violentos latidos de mi corazón.
"Maldito viejo, con sus estúpidas historias, me ha metido el miedo en el cuerpo el muy..."
Continúo mi camino, pero esta vez aprieto el paso, quiero abandonar este sitio cuanto antes mejor. Un lamento ululante resuena a mis espaldas, ahora sí, ahora sí que lo escucho con claridad.
Tiro mi mochila y me dispongo a correr, no puedo...
Cuatro figuras fantasmales emergen ante mí, el miedo domina y paraliza hasta el último músculo de mi cuerpo. Compruebo que cuanto mayor es mi miedo, más opaco es su aspecto, intento controlar mi mente me digo que no son reales. Es imposible, esto no puede estar ocurriendo.
Me rodean y lanzan un aullido que no puedo compararlo con nada conocido. Grito, grito con todas mis fuerzas pero mi voz suena lejana en mi interior. Me están absorbiendo el alma y duele, es el dolor más horrible que nunca he sentido. Soy consciente que estoy muriendo, no quiero morir. Mi cuerpo se vuelve rígido y mis ojos arden. No puedo ver, ya no siento nada, todo es ahora oscuridad.
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