domingo, 5 de junio de 2016

Ultraje (Parte primera)

Volvió a revisar su bolsita de tela para repasar los objetos que había encontrado nombrándolos en voz alta: "Una piedra con tes puntas, una rama en forma de pata de ave, una planta aromática..." 
Aún le faltaba por encontrar una flor de tres colores y una hoja morada. Chasqueó la lengua con fastidio, estaba anocheciendo y aunque el cielo aún tenía bastante claridad, el bosque estaba casi en penumbra.
Habían pasado más de dos horas desde que se inició el juego de búsqueda del tesoro y tuvo claro que no iba a ser la ganadora.
Miró a su alrededor para orientarse, pero comprobó asustada que se había perdido. Caminó mucho buscando los objetos pero creyó que lo había hecho en círculos y ahora era incapaz de orientarse.
Decidió retroceder intentando deshacer los pasos dudando si lo estaba haciendo en la dirección correcta.

Tras unos minutos en los que su preocupación iba en aumento, pudo oír no demasiado lejos, unas voces acompañadas de risas. Agudizó el oído para guiarse por aquel sonido salvador y al otro lado de una linde vio un par de chicos acampados. No eran sus amigos pero se sintió aliviada al comprobar que eran caras conocidas. 
Eran compañeros del instituto del último año, ella los vio el día anterior cuando coincidieron en el tren que ella y sus amigos tomaron para ir a esa excursión. Cuando acompañó a una amiga para ir al vagón donde estaba el baño, cruzaron un breve saludo de compromiso, del tipo que se da cuando conoces a alguien sólo de vista. Ella y su amiga sonrieron con coquetería y no los volvió a ver hasta aquel momento en el bosque.

- ¿Qué haces aquí tan sola guapa? - preguntó uno de ellos.
- También estoy de acampada - respondió con jovialidad al sentirse agasajada por un chico mayor - Pero me he perdido y estaba buscando el camino de vuelta.
- ¿Y sabes más o menos dónde acampasteis? El bosque es grande y te puedes perder.
- Más o menos. Junto al riachuelo, entre el molino de agua abandonado y el puente del ferrocarril. Más cerca del puente que del molino.
- Pues estabas yendo en dirección opuesta - respondió el segundo mientras se ponía en pie. Miró unos segundos a su compañero y sonrió con una mueca - Anda, te acompañamos.

Ella aceptó encantada por temor a volver a desorientarse. Le preguntaron sobre su edad, el curso al que iba y cosas por el estilo. Ella respondía con timidez porque no era habitual que los de último curso hablasen con los de primero. Bromearon con ella y comenzaron a elogiar su físico.
- Te he visto muchas veces en los pasillos del instituto y cada vez que pasas por mi lado, me alegras el día.
Ella sonrió sin saber qué responder y notó cómo se ponía colorada. Eso pareció resultarles divertido porque continuaron con los piropos. Ella comenzó a sentirse incómoda porque poco a poco los halagos tenían un matiz más subidos de tonos y comenzaron a usar un lenguaje más soez.

Llegaron al riachuelo y caminaron por su linde, pudo ver el molino de agua abandonado. El agua corría en la misma dirección que ellos. Miró extrañada hacia atrás y vio en la lejanía el puente del ferrocarril.
- Ya sé dónde estoy - comentó sonriente - Pero estamos yendo en dirección opuesta, estoy acampada más cerca del puente.
Ambos intercambiaron una mirada y sonrieron de modo extraño. Miraron en dirección al puente y luego fijaron la vista en ella de un modo que no le gustó en absoluto.
- ¿Un beso de despedida? - le preguntó mirando a su amigo.
Ella asintió con la cabeza y se dispuso a dar dos besos en las mejillas como tenía costumbre hacer para saludar o despedirse. Pero él la abrazó por la cintura con firmeza y la besó en los labios con fogosidad.
Ella intentó zafarse pero él mantuvo su cabeza firme agarrándola del pelo con fuerza y haciéndole daño. Ella le mordió el labio y a causa del dolor él la liberó. Se llevó la mano en la boca y luego miró a su compañero que se reía de la situación.
Ella quiso alejarse de allí corriendo pero apenas pudo dar un par de pasos antes de que la cogiese de la muñeca para retenerla. Asustada y como acto reflejo, le abofeteó y él le devolvió el gesto golpeándola con el dorso de la mano haciéndola caer al suelo.
- Mira la zorra - masculló entre dientes - Pasea por el instituto provocando y pidiendo guerra y ahora se hace la mosquita muerta.
Ella miró angustiada al amigo de su atacante que la ayudó a levantarse, le pidió ayuda musitando con un hilo de voz. Pero se quedó horrorizada cuando el segundo también intentó besarla.
El pánico se apoderó de ella cuando uno a agarró por la cintura y el otro contenía su desbocado pataleo. Intentó gritar pero le taparon la boca con la mano mientras la llevaron a la fuerza hacia el molino. 

El edificio estaba semi derruido y la maleza se había adueñado del lugar. Ahí dentro nadie podría verles y dudaba si podrían oírla. Ella consiguió morder la mano que la amordazaba apretando los dientes todo cuanto pudo. Él, tras lanzar un alarido de dolor, la golpeó con el puño dejándola aturdida. Aún así, gateó a ciegas en busca de una salida. La agarraron de los tobillos arrastrándola de nuevo hacia el interior del improvisado escondite mientras ella pedía ayuda desesperadamente.
- Shhhh, no grites putilla - le siseó en el oído - Si gritas, no saldrás de aquí nunca.
Entre los dos la desnudaron arrancando su ropa con furia. Todo su cuerpo fue manoseado salvajemente. La insultaron, la llamaron de mil formas ofensivas. Con la voz entrecortada por la excitación, le dijeron cuanto habían deseado tenerla para ellos. Que cada vez que ella pasaba por su lado les estaba invitando hacer esto.
La tumbaron boca arriba uno agarrándola firmemente de los brazos, mientras que el otro intentaba separarle las piernas a la vez que se bajaba el pantalón. Seguidamente, se tumbó sobre ella y la embistió con furia a la vez que ella aulló de dolor y desesperación.
- ¡Qué ganas te tenía puta - jadeó en su oído - ¿Es esto lo que buscabas, verdad?
Ella negaba con la cabeza suplicando que parase, pero cuanto más rogaba, más excitado estaba su atacante.
Su resistencia menguó ya no tenía fuerzas para seguir luchando. Apenas era consciente de lo que ocurría a su alrededor. Podía sentir los mordiscos, los pellizcos en sus pechos, cómo la tierra le arañaba la espalda al ritmo de la lujuria salvaje.
- Venga tío - dijo el otro mientras restregaba su miembro viril por a cara de ella - Ahora me toca a mí, esta zorra tiene para los dos.
- Toda tuya - dijo jadeante - Te la he dejado bien mojada.
Se apartó de ella y seguidamente el otro la penetró con furia, sus embestidas eran incluso más salvajes que la de su amigo que se reía mencionando cómo le hacía mover los senos al ritmo de su cabalgada. Uno la embestía y el otro pellizcaba y mordía sus pezones con avidez.
- ¿Te gusta? - le dijeron obligándola a mirarles a los ojos - Te estaría jodiendo toda la vida.
Todo se volvió irreal, los embistes, los insultos, las caricias sus lenguas recorriendo su cuerpo. Apenas ya los sentía, apenas podía seguir sintiendo dolor. Continuaron hablando entre ellos pero ella los escuchaba como un eco distorsionado y lejano.
- Joder, déjame montarla otra vez, me quiero correr dentro de ella.
- Venga tío, pero no tardes que yo voy a reventar - respondió jadeante - ¿Tu crees que me la comerá?
- Inténtalo, pero puede que la pierdas de un mordisco. Es una zorra muy salvaje.
- ¿No lo harías verdad? - dijo mientras se intercambiaba con su amigo - ¿Sabes qué te pasará si vuelves a morder?
Ambos se rieron y volvieron a intercambiarse, el que la estaba penetrando por segunda vez jadeó a la vez que le clavó las uñas en la cadera hasta casi tocar el hueso.
Ella mantuvo la mirada fija hacia salida de aquel molino, sólo podía emitir un quejido lastimero y deseó con todas sus fuerzas, morir en ese mismo momento.

Había entrado es shock y los siguientes acontecimientos desfilaron ante ella como secuencias estrobóticas. Aquel que la estaba embistiendo, ya no sabía si era el primero o el otro porque se turnaban a ratos, fue separado de ella tras recibir un fuerte impacto en la cabeza con un trozo de madera. Quedó liberada pero no tenía ni fuerzas ni la conciencia para intentar huir de nuevo.
Se recostó de lado y encogió su cuerpo quedando en posición fetal observando lo que ocurría en forma de secuencias parpadeantes. Ante ella se desató una violenta pelea, ahora eran tres, uno aparentemente inconsciente en el suelo y dos enzarzados salvajemente con furia desatada. Cerró los ojos con la esperanza que todo desapareciese de su alrededor y pudiese despertar de aquella pelea.

El atacante de sus agresores no dejó de golpearles hasta que dudó si seguían con vida. Entró llevado por la curiosidad al escuchar voces en el interior del molino abandonado y cuando vio lo que ocurría allí dentro, su mente se nubló y se abalanzó sobre ellos. Nunca antes había sentido deseos de matar a alguien tanto como en aquel momento.
Se apartó de ellos mirándoles con asco y recobró el sentido común. Entonces, se acercó a ella mirándola horrorizado sin poder retener las lágrimas. Se arrodilló a su lado y se quitó la camiseta para cubrirla mientras siseaba para trasmitirle tranquilidad.
En cuanto ella notó que a tocaban, comenzó a luchar de nuevo arañando desesperada el aire. Él la rodeó con sus brazos acongojado y roto de dolor.
- Shhhhh, tranquila - le susurró al oído - Tranquila soy yo.
Al reconocer esa voz tan familiar abrió los ojos de par en par volviendo a la realidad al instante. Le abrazó con desesperación llorando al borde de la histeria. Él respondió al abrazó y la acunó susurrando cuánto sentía no haberla encontrado antes. Permanecieron así hasta que su llanto se tornó en un tenue quejido lastimero.
Él procuró mantenerla fuera de la visión de esos dos desgraciados que permanecían inconscientes respirando con dificultad. La ayudó a vestirse con sumo cuidado y tras cogerla en brazos se alejaron de allí.

Caminó unas decenas de metros y la sentó en la orilla del riachuelo. Ella permanecía en silencio, con la mirada apagada y la mente perdida. Él sumergió su camiseta en el riachuelo y como si de una niña pequeña se tratase, le limpió la sangre seca de su nariz y labios a la vez que el barro y suciedad de su cuerpo sin parar de susurrar que estaba a salvo y que todo saldría bien.
Ella aún sentía sobre su cuerpo las manos que la ultrajaron, notó el olor que desprendían sobre ella, su boca aún tenían el sabor de aquellos besos.tembló ligeramente al sentir la prenda húmeda sobre su piel, volvió a revivir lo ocurrido en su cabeza, dobló su cuerpo con un aspaviento y vomitó hasta quedarse sin nada que arrojar. Se metió en el riachuelo y se sentó, el agua cristalina le llegaba por la cintura y comenzó a friccionar su piel con desesperación intentando borrar toda huella que dejaron en ella. Comenzó a llorar de nuevo mientras repetía una y otra vez. "No, no, no..."
Él se arrodilló a su lado y la abrazó roto de dolor, era su mejor amiga, crecieron juntos casi como hermanos, siempre se sintió con la obligación moral de cuidarla y no pudo hacer nada por evitar aquello.
- No pude encontrarte... te busqué - musitó - te busqué... perdóname.


(Continuará...)




2 comentarios:

  1. Muy bueno, ya lo había leído antes... gracias, soy Julia María Rodriguez

    ResponderEliminar
  2. Hola Sylvia. Charlamos hace unos años en una página de facebook sobre escritores. Comienzo a leer tus relatos. Saludos desdes México.

    ResponderEliminar