viernes, 16 de diciembre de 2011

La estación. Parte final

La víspera del fatídico día llegó, habían planeado ir a todos los lugares en los que guardaban algún recuerdo o anécdota. Al contrario de lo que esperaban, había sido un día pletórico, rieron como nunca al memorar sus recuerdos. Charlaron sin parar, completando uno, las lagunas del otro. Fueron a los recreativos y gastaron prácticamente toda la paga del mes en los futbolines, después de una copiosa cena en la pizzería, caminaron de regreso a casa por el paseo del río. Un silencio incómodo les acompañó, ese pensamiento que tanto habían evitado apareció sin intención de abandonarlos, ambos sentían que la congoja se apoderaba de ellos.

El muchacho levantó la vista, una mueca a modo de sonrisa apareció en su rostro, sin decir nada, cogió la mano de la muchacha y la guió hacia el lugar que había divisado, ella se dejó llevar haciendo un amago de sonrisa. Ambos se pararon frente a una cabina de fotomatón . Tras un intercambio de miradas cómplices, ambos entraron en el interior. Ella corrió la cortinilla mientras él echaba unas monedas en la ranura de pago.
"¿Por los viejos tiempos?" preguntó con una amplia sonrisa, ella asintió enérgicamente con la cabeza. "¡Por los viejos tiempos!" exclamó. Entre risas, muecas y bromas, cuatro fogonazos congelaron para la prosperidad el reflejo de una amistad que no podrían olvidar nunca.

Llegaron al cruce donde debían separarse, los corazones de los chicos golpeaban con tanta fuerza sus pechos, que era imposible que uno no escuchara los latidos del otro. Se miraron con ojos vidriosos, él le había hecho prometer que no iría a la estación, que sería mejor así... despedirse como siempre lo habían hecho, como si se fuesen a ver al día siguiente, aunque sólo fuese una ilusión.
Ella no aguantó más, se lanzó hacia el chico abrazándolo con fuerza mientras el llanto emanó de lo más profundo de su corazón. Él la correspondió del mismo modo, le acarició el pelo mientras le susurraba promesas sobre lo bien que iría todo y que siempre mantendrían el contacto, por correo o por teléfono.
Ella negó con la cabeza y clavó la mirada en los ojos del muchacho. "T-te q-quiero, siempre te he querido". Sus balbuceantes palabras salieron sin poder evitarlo, el semblante del muchacho se tornó serio, casi decepcionado. "¿Cómo me dices eso ahora? -espetó- Estás confundida, es sólo porque me marcho, si me quedase, jamás sentirías eso, eres mi amiga ¿entiendes?, sólo eso. ¡Lo has estropeado todo!".
Ella quiso explicarse, pero él se desprendió de su abrazo y se marchó corriendo hacia su casa. La chica le vio desaparecer  mientras su corazón estalló en mil pedazos.

El reloj de la iglesia inició las campanadas del medio día, la muchacha aceleró aún más su vertiginosa carrera, pedaleaba con todas sus fuerzas, sólo quedaba media hora para que el tren partiese. Había prometido no ir, pero después de lo ocurrido la noche anterior, no podía dejarle marchar así. Quería decirle que siempre serían amigos, que con eso se conformaba porque era lo que más le importaba, lo único que en realidad importaba. Le pareció escuchar un frenazo y el sonido de un claxon, posiblemente sea por ella, pero no tenía tiempo de averiguarlo.
Cuando al fin llegó a la estación, comenzó a sentir calambres en las piernas, no le importó. Dejó caer su bicicleta sobre la escalinata y corrió hacia el interior. Miró el panel de información y en cuanto averiguó lo que quería saber, se dirigió hacia el andén haciendo acopio de sus últimas fuerzas.

Ahí estaba él, mirando distraído al tren que pronto tendría que subir. Ella había llegado a tiempo y ahora, a sólo unos pasos de él, dudaba si había hecho bien ir allí. No tuvo tiempo de planteárselo, el muchacho levantó la mirada mirando hacia ella, como si presintiese que estaba allí. La miró con una mezcla de sorpresa y alivio. Ella le observó temblorosa mientras él se dirigía a su encuentro.

Se miraron fijamente sin saber qué decirse, entonces, el muchacho abrazó a la chica con fuerza. "Yo también te quiero y siempre te he querido, pero no podía decírtelo, no quería que sufrieras", le susurró al oído. Ella se apartó para poder mirarle a los ojos y... se besaron. La muchacha sintió levitar, era su primer beso y era tal y como lo había imaginado, todo a su alrededor desapareció quedándose solos en el mundo.

Un agudo silbato les devolvió a la realidad bruscamente, era el momento de partir. Se abrazaron y besaron por última vez. El muchacho cogió la mano de la chica dejando en ella, lo que al tacto parecía un trozo de papel, la muchacha no lo comprobó, no quería apartar la mirada de él. Con profunda tristeza le vio entrar en el vagón y... desapareció de su vida.
Varios minutos después, cuando el tren ya había abandonado por completo la estación, ella miró lo que él le confió en su mano, eran dos de las cuatro fotografías que se hicieron la noche anterior, leyó la dedicatoria escrita en el reverso y emprendió el camino hacia la nueva etapa de su vida...

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Fue su primer amor, por entonces pensaba que jamás podría amar a nadie como le amó a él. Pero el tiempo erosiona todo a su paso. Durante años mantuvieron el contacto, al principio se cartearon a diario, luego todas las semanas, después una o dos al mes, así hasta que un día, no recuerda el tiempo exacto que pasó, envió su última carta y no obtuvo más respuesta. Intentó recordar qué decía aquella carta y cuál fue la última que recibió de él, pero fue imposible.

Suspiró profundamente, guardó la fotografía en el interior del libro y continuó su tarea. Cuando la caja estuvo llena, unió las pestañas y la selló con cinta de embalar, dejándola junto a las demás cajas. Continuó su tarea hasta bien entrada la noche, de vez en cuando miraba de reojo el lugar en el cual, tenía guardada la foto, pero no hizo ademán de rescatarla. Miró por la ventana, la lluvia caía ahora con más fuerza, encendió un cigarrillo exhalando el humo contra el cristal. Sonrió al pensar que, tal vez, encuentre entre tantas cosas, el lugar donde tenía guardadas aquellas cartas, pero no las buscaría. Estaba convencida que, al igual que la foto, las cartas la encontrarían a ella cuando el olvido absoluto intente apoderarse de nuevo de su recuerdo más preciado.


Obra registrada. Código: 1112170759806

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