jueves, 20 de septiembre de 2012

Por ti volaré. Parte II. (Humor)


El graciosillo de Murfhy quiso hacer alarde sobre la certeza de su ley usándome de conejillo de indias. ¡Con la de veces que, esperando un autobús que nunca llega, ante mis narices han pasado auténticos desfiles de taxis con sus flamantes luces verdes encendidas!. Parece que lo hacen con mala uva, pues en esos momentos, nunca dispones de efectivo suficiente. Pero claro, hoy no, hoy que quiero pillar uno y nada de nada,y para incrementar mi nerviosismo, me parece incluso ver plantas rodadoras en la carretera.

Bueno, pues me dispuse a ir al hotel que distaba un par de kilómetros (Un inciso, soy sevillana y tenemos tendencia a exagerar un poquito, así que más o menos serían doscientos metros o un par de manzanas) y que sabía que justo al lado había una parada de taxis. El caso que me dispuse a cruzar una avenida de tres carriles en cada sentido (sin incisos) y después de esperar pacientemente, por decir algo, un semáforo que más bien parecía la señal de salida para correr los cien metros lisos por lo poco que duraba, Murfhy hizo de nuevo su aparición (graciosillo). Me acordé de él y de su santa madre cuando veo aparecer un taxi justo en el lado de la calzada que acababa de abandonar.
Le hice señas para hacerme notar y desgañité un "¡Taxiiiiiiiiii"! que bien pudo oírse en las afueras, vamos, para no verme u oírme. Suspiré aliviada al ver que frenaba y encendía las cuatro intermitentes. Pero con el semáforo recién cambiado, no tuve más opción que hacer alarde de mi habilidad con el rejoneo urbano. Mis recortes con los vehículos fueron vitoreados por los conductores que esquivaba, pero me reservo a escribir sus alabanzas, ya que puede haber niños leyendo. 

Entré en el interior de vehículo como si fuese el único de toda la ciudad y con voz quebradiza y agitada, indiqué al conductor el destino.
Al fin estaba cómodamente sentada en el asiento trasero del taxi y dirigiéndome al aeropuerto. Me dispuse a telefonear al causante de mi viaje. Muchas ganas de verlo sí que tenía, tantas, como pocas de despegar los pies del suelo. Él intentaba tranquilizarme entre chistes y bromas. Le conté todo cuanto me había pasado con mi peculiar forma de hablar y describir, él se rió a carcajadas ante lo que solía llamar "sevillanadas".
Más o menos me había tranquilizado cuando... Perdón, debo hacer otra pausa para explicar lo que ocurrió a continuación: Los sevillanos tenemos la habilidad innata de hacer chistes instantáneos, es decir, cualquier cosa o acontecimiento que escuchemos, si nos hace gracia, debemos sacar una "gracieta", no podemos evitarlo y reprimirlo es imposible, por lo que el taxista intervino en la conversación añadió.
- Tranquila guapa, que según he oído es el medio más seguro para viajar. Por estadística, es la mejor opción. Se estrellan como un avión cada mil vuelos y no ha habido ninguno desde hace unos novecientos y pico, tres arriba o tres abajo.
Mi cara se quedó tan blanca que me echarían de un examen de anatomía por llevar chuleta. Y para el colmo, vi por la ventanilla del taxi que había había llegando al aeropuerto y como si no fuese poco, justo en el momento que despegaba un avión... "Mira, otro que despega" murmuró el taxista con los dedos agarrotados en el volante, seguramente para intentar no partirse de risa ahí mismo. La cara se me descompuso, la voz se me quebró y todo mi cuerpo comenzó a temblar.

Solo un hilo de voz consiguió escapar de mi garganta: "Noquieronoquieronoquiero....".
Después de pagar al taxista, que por cierto, estaba rojo como una gamba cocida por aguantar la risa a causa de escuchar mis comentarios sobre mis comentarios acerca de los posibles contratiempos (graciosillo), me bajé del taxi. Miré la entrada y tras tomar aire lenta y profundamente. Con el mismo ánimo que un reo cruzando el corredor de la muerte, me dispuse a entrar en la terminal.

(Continuará...)

1 comentario:

  1. ¡¡Qué "exageráááááá´"!! Seguro que no había ni avenida...
    Ja ja ja ja ja ja

    Continuaré...

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